fútbol | ANÁLISIS

El libro de estilo refortalece al Barça

En el Bernabéu se sobrepuso a todo jugando como siempre y sorprendiendo a Mourinho con jugadas ya vistas en el manual de Guardiola

BARCELONA Actualizado: Guardar
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«No me ha gustado el primer gol porque ha sido igual a otros que ya hemos sufrido contra el Barça». Sin proponérselo, incluso lloriqueando una vez más porque según él sus jugadores no frenaron a Messi en esa acción en la que asistió a Alexis «porque tienen miedo de ver una amarilla cuando ven un balón dividido», José Mourinho descubrió públicamente su incapacidad para presentar una oposión real al juego de toque y posesión del Barça.

Y en su confesión sesgada, fiel a su estilo, culpó a sus jugadores sin matizar que les obliga a vivir pendientes de los movimientos del eterno rival en lugar de confiar en su calidad futbolística para llevar la iniciativa. Ni con el regalo de Víctor Valdés a los 22 segundos de partido fue valiente. Y sentado en el banquillo, saliendo solo para protestar al árbitro porque un estratega mezquino necesita la permisividad total del colegiado en los encuentros de primer nivel, se vio impotente para contrarrestar el estilo de un equipo como el Barça, construido para mandar en el campo, algo que Mourinho ha rechazado siempre a lo largo de su carrera.

El Barça, que no lo olvide ninguno de los madridistas que sigue viendo a Mourinho como un dios incomprendido y maltratado, llegaba tocado al Santiago Bernabéu. Con seis puntos virtuales abajo (tres reales por la victoria en el partido adelantado ante el Rayo), el temor a quedarse descolgado tan pronto en la pelea por el título de Liga existía. Los números en los partidos lejos del Camp Nou tampoco invitaban al optimismo (solo dos victorias, sendos pírricos 0-1 en Gijón y Granada) . Y todo ello se reflejó en esos primeros 22 segundos en los que Víctor Valdés tiró por tierra más de tres años se seguridad jugando el balón con el pie para recuperar viejos fantasmas al errar un pase que originó el 1-0 de Benzema. No solo fue culpa suya. Cuando la responsabilidad pesa más de la cuenta en un equipo que arriesga siempre desde atrás, el portero duda un segundo más de lo debido, el defensa no se ofrece con autoridad a recibir el esférico porque tiene miedo de quedar retratado en caso de pérdida, el centrocampista tarda en detectar que hay un cortocircuito nervioso y cuando quiere reaccionar para pedir el balón, el gol en contra ya ha subido al marcador.

Ni con el panorama perfecto para un equipo como el Madrid, «el mejor del mundo jugando al contragolpe», cambió el clásico respecto a los de los últimos años. El Barça, consciente de que si ha llegado hasta la cima del mundo es por respetar una idea futbolística hasta las últimas consecuencias, siguió creando juego desde su parcela defensiva, atrayendo a los jugadores más avanzados de Madrid para superar la presión y crear superioridades numéricas en el centro del campo, donde Messi y Cesc se sumaron a Xavi, Busquets e Iniesta para combinar en busca de un gol que acabó logrando Alexis tras un arranque del argentino en el círculo central que dejó atrás a cuatro madridistas. Sí, una jugada tantas veces vista por Mourinho, pero de nuevo efectiva. La demostración de que la esencia del fútbol, el disfrute del que tiene el balón, la alegría de driblar y de dar un pase de gol, es muy difícil de anular si el ejecutor se llama Leo Messi y es el mejor jugador del mundo, a años luz de Cristiano Ronaldo en el encuentro del Bernabéu.

No queda claro que es lo que más fortaleció al Barça y le ayudó a recuperar su mejor fútbol: si el 1-1 o la depresión repentina que le entró al Madrid y a sus aficionados al adivinar lo que iba a suceder.

Guardiola ya había movido pieza adelantando a Dani Alves al centro del campo para pasar del 4-3-3 a un extraño 3-4-3, con Alexis de '9', Iniesta desplazado a la izquierda, Messi de por libre y Cesc no se sabe muy bien de qué. De hecho, el equipo azulgrana acabó transformando su superioridad en el campo en goles, afortunado el de Xavi y excelente por la jugada colectiva el de Cesc, como premio a la conjunción de elementos y a la osadía táctica. Porque individualmente, salvo los pilares como un impresioante Puyol en defensa y un inteligente Busquets para todo, vivieron el clásico con irregularidad. La posición de los propios Alexis y Cesc, pese a sus goles, merece una revisión por parte de Guardiola, porque no debe quedarse con el 1-3 final ni con la goleada perdonada. Hubo minutos anómalos. Hasta Iniesta, desubicado, pasó de una primera parte vulgar a una segunda excepcional.

Es cierto, ya que Mourinho a veces dice alguna verdad, que en momentos puntuales la fortuna pudo ser azulgrana, como en esas dos ocasiones que Cristiano Ronaldo no suele fallar, una para colocar el 2-0. Pero cuando un crack falla también hay que preguntarse si el entrenador hace todo lo posible para que sea feliz. Y se sospecha que CR7, viendo cómo su equipo prescinde del balón ante el Barça, siente envidia de ese rival llamado Messi al que sus compañeros buscan siempre por alejado que esté de la portería y que sigue marcando las diferencias amparado por un estilo y una filosofía de éxito, la del Barça. Sigue segundo en la Liga, a tres puntos si el Madrid gana en Sevilla, pero con la seguridad de que su ciclo no ha terminado.