29-S | opinión

Así menos

Una cosa es segura: la huelga no va a tener efecto alguno sobre la política económica y social en los próximos meses

MADRID Actualizado: Guardar
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Al margen de la amplia discrepancia sobre el seguimiento de la huelga, una cosa es segura: ni el éxito que proclaman los sindicatos ni el discreto fracaso que la observación más imparcial revela van a tener efecto alguno sobre la política económica y social de los próximos meses. Esto lo sabe el Gobierno, lo saben los ciudadanos y, cómo no, también lo saben los sindicatos.

¿Por qué, en tal caso, una huelga de cuya inutilidad no cabe dudar? Se trataba de una huelga de oficio, de la que los convocantes, en el fondo, no esperaban gran cosa. Los sindicatos han sido víctimas de su propia inercia, del reflejo pavloviano que manda utilizar esta última ratio sindical ante cualquier cosa que, con razón o sin ella, se interprete como un recorte de derechos sociales. Al final, lo único que con la huelga han demostrado los sindicatos es que carecen de discurso y de estrategia para proponer una respuesta nueva a un problema nuevo.

Hay que recordar que esta crisis ha provocado la destrucción de más de dos millones de puestos de trabajo y ha doblado la tasa de desempleo. Los sindicatos han mantenido a lo largo de toda la crisis una actitud morosa frente a la necesidad de reformar un mercado de trabajo cuya ineficiencia se muestra en sus resultados. El argumento de que la destrucción de empleo no se relaciona con la regulación de ese mercado es de una banalidad insufrible, sobre todo, ante los muchos ejemplos que nos brindan mercados regulados de manera más flexible, en los que la destrucción de empleo ha sido mucho menor (o incluso, inexistente), como el de Alemania, que, con una caída del PIB en 2009 superior a la española, no experimentó en ese año un aumento del desempleo.

Al final, el relato de la huelga ha sido como un mal guión cinematográfico. Los sindicatos han sido incapaces de armar una explicación convincente y de darle a la cosa una mínima épica o, al menos, algo de lírica. Como ellos saben mejor que nadie, solo donde disponían de las palancas para enervar de raíz la libertad de seguir o no seguir la huelga (gran industria, transportes, mercados) han conseguido el seguimiento buscado. Donde han hecho uso de la silicona, ha durado la huelga lo que ha tardado en llegar el cerrajero. Y donde sus estrategias de intimidación no llegaban, la gente ha pasado olímpicamente de la huelga.

Antes de la huelga, los sindicatos ya eran uno de los colectivos peor valorados por la sociedad. Después de la huelga, tengo para mí que aun podrían estar más cerca del abismo. ‘Así, no’ era el eslogan de este 29-S. ‘Así, menos’ parece haber sido la respuesta de la mayoría de los convocados.