SUCESOS

Trágico naufragio de una patera en Los Caños: dos días de travesía y sin chalecos salvavidas

Cuatro inmigrantes fallecen al chocar la embarcación en la que viajaban contra las rocas de la playa de la Jaima. Hay 17 desaparecidos más

Restos de la patera naufragada y una zapatilla abandonada por uno de sus ocupantes. ANTONIO VÁZQUEZ

MARÍA ALMAGRO

Frente a la conocida Jaima de los Caños de Meca . Donde cientos de personas disfrutan cada verano de la playa, del agua cristalina y de la fiesta. Ahí, donde la diversión se vive sin hora ni prisas, en ese mismo sitio, sobre esa misma arena, se escenificaba el drama la madrugada de este lunes. El de la muerte y la desesperación de esas otras cientos de personas que desde la otra orilla intentan alcanzar esta. Las cifras, las que cuentan personas, volvían de nuevo a teñirse de luto.

Pasadas las cinco y media de la madrugada, una patera con unos 40 inmigrantes a bordo no lograba tocar tierra. Impactaba no a mucha distancia de la orilla, contra un arrecife de los muchos que hay por la zona. La embarcación zozobraba y caían al mar. En la más absoluta oscuridad y con un mar que se despertaba embravecido, algunos lograron pisar tierra, otros, no. A primera hora de la mañana, sin que hubiera amanecido aún, los agentes de la Guardia Civil que acudían al aviso encontraba el primer cadáver . Un joven marroquí de unos 25 años cuyo cuerpo se encontraba tendido sobre la arena.

Agentes de la Guardia Civil junto a uno de los cadáveres. LA VOZ

Se activaba entonces un gran dispositivo de búsqueda . 21 inmigrantes eran rescatados por las patrullas que peinaron la zona, una decena de ellos menores. Otra veintena se declaraban desaparecidos. Al lugar acudían efectivos de Salvamento Marítimo y Protección Civil. Y, por su parte, la Guardia Civil activaba al Servicio Marítimo, a patrullas de tierra de todos los puestos cercanos y al Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil (GEAS), además de un helicóptero llegado desde Ceuta que desde primera hora estuvo sobrevolando la costa.

Las horas avanzaban y los peores presagios se fueron cumpliendo. En torno al mediodía se encontraban otros tres cadáveres . Esta vez en el agua, también frente a la misma playa.

Según los primeros indicios todo apunta que la embarcación, que ya venía en muy mal estado, chocó contra el arrecife. En medio de la confusión y en la más absoluta oscuridad los supervivientes tomaron la dirección hacia la orilla, a unos 200 metros, hacia donde corría el patrón de la embarcación. El resto, se dirigió hacia la única luz que vieron, la del Faro de Trafalgar . El camino más largo y también el más complicado puesto que a esa hora el viento soplaba en contra del trayecto que querían tomar. El cansancio y que la mayoría no sabe nadar pudo ser fatal.

Como han indicado algunos de los supervivientes, al parecer antes de naufragar llevaban dos días de travesía. 48 horas de lluvia intensa y con una mar embravecida. Además, la mitad de los ocupantes de la embarcación no tenían chaleco salvavidas, lo que evidentemente pone todavía más difícil que puedan sobrevivir ante cualquier incidente, cuando, por si era poco ya, en el Estrecho y en esas condiciones los problemas surgen por sí solos.

El robo y las lágrimas

Sobre las doce del mediodía de este lunes el sol se abría paso en los Caños y alumbraba el desastre. Espacidos por la arena y balanceándose con las olas, solo quedaban ya los restos de esta pequeña patera de madera de líneas blancas, azules y naranjas con una inscripción en árabe. La fuerza del agua la había destrozado al completo al impactar contra las rocas en tan solo un par de horas.

Un busquimano coge algunas pertenencias de los inmigrantes llegados. A. VÁZQUEZ

La marea se asomaba por las escaleras del Pirata y las olas tocaban amenazantes el acantilado. Sin embargo, un grupo de busquimanos ponían la nota menos sensible a este naufragio y curioseaban las pertenencias que los inmigrantes habían dejado abandonadas. Ropas, zapatos de deporte, mochilas... y bidones de gasolina que se llevaban a la carrera. También, por la avenida de Trafalgar, se movía de manera sospechosa gente con intenciones similares.

Otros sin embargo no podían contener las lágrimas al contemplar los restos que dejaba este drama. Como Imane, una marroquí de 31 años, auxiliar de enfermería que lleva ya diez en España. Junto a su marido se apoyaba en la barandilla de la playa de la Jaima y hacia el horizonte hablaba entrecortada, intentando explicarse: «Qué miedo, no puedo ni hablar». Ella salió de un pequeño pueblo cercano a Marrakech. « Cuando cruzan así no saben el peligro que corren . Se creen que van a llegar sin problemas... y no, no es así...». En el suelo, tiradas, unos cuantos pares de zapatillas de talla pequeña, un chaleco salvavidas, botellas de agua vacías y restos de corcho empapados.

«No sabes la de gente que llevo ya sacada yo del agua. Vivo aquí desde hace cuarenta años y he visto de todo», contaba un jardinero que trabaja justo en frente de estos acantilados. «A dos metros, no saben nadar y se ahogan. Es así. Pero ahora veo que algunos parece que ni han cruzado en esas condiciones». Y la respuesta, muy cerca, en el suelo. La mayoría de los inmigrantes que llegan vienen con mochilas donde guardan ropa seca, zapatos y otros enseres para cambiarse y así intentar pasar desapercibidos en su huida para no ser detectados por los controles policiales. «Pocas desgracias pasan...».

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