TRIBUNA LIBRE

Estado o prosperidad

Siempre buscamos culpables, pero nunca nos miramos a nosotros mismos

Cola del paro en el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) L.V.

Javier Sánchez Foncubierta

El futuro no lo marca la magnitud de los problemas, sino las respuestas que se les da a ellos». Estas palabras llevan años grabadas en mi memoria. Fueron dichas por un conferenciante, cuyo nombre no recuerdo, en mi colegio- el colegio Guadalete- hace ya unos cinco años.

La economía es cíclica y, además, no es una ciencia exacta. Como me dijo un profesor, «en economía 50 más 50 no es 100 porque siempre existe inflación». Esto es, precisamente, lo que la convierte en apasionante pues en este campo del saber no existen «fórmulas mágicas». Estos dos motivos son los principales-aunque no los únicos-por los que considero que no se puede predecir a ciencia exacta ni el cuándo ni el cómo de una recesión. El problema no reside en entrar en una crisis (viéndolo exclusivamente desde el terreno económico-financiero), sino en qué situación nos encontramos para afrontarla y las soluciones que le damos. Y pienso que, por tradición política y cultura, España nunca está en condiciones de afrontar una.

Hace ya unos cuantos años, Antonio Banderas dijo en una entrevista en El Hormiguero que en USA el 70% de los jóvenes querían ser empresarios. Un empresario es una persona maléfica para ciertos sectores de la sociedad pues se le acusa de no pagar lo que debe a sus trabajadores ni tributar lo suficiente (más tarde hablaremos del SMI). Y es por todas estas falsedades, y algunas que otras más, por las que esta Patria nunca próspera como debería hacerlo la 4ªeconomía de la Zona Euro. Estatismo frente a liberalismo. Conformismo frente a emprendimiento.

La capacidad y deseo de emprender, el querer «montar» tu propia empresa, o el no tener miedo a caer sino a no levantarse, es lo que necesita este país. Y gran parte de culpa, por no decir toda, la tiene la clase política de esta nación.

Desde los diferentes Ejecutivos y partidos, se quiere fomentar el Estado. Un ente que decida por ti, pues, «tú solo no puedes». Un ente que te habla de solidaridad cuando pagas impuestos, algo que es absolutamente falso, ya que la solidaridad nace desde la voluntariedad no desde la imposición (como es tributar). Un ente en el que muy pocos controlan y muchos dependen.

Tal y como sostenía el despotismo ilustrado, «todo para el pueblo, pero sin el pueblo»

España entra en una crisis económica muy profunda, aunque aún la sociedad no sea muy consciente de ello. El FMI (de los más optimistas) prevé una caída del PIB español entorno al 8%. Eso por no hablar de Morgan Stanley, entidad financiera americana que sospecha una caída de hasta el 22,60% del PIB. En este primer trimestre, el PIB ha alcanzado el escalofriante porcentaje de -5,2%.

Por otro lado, diversos economistas como Daniel Lacalle auguran un cierre de 900.000 empresas, donde podríamos alcanzar los 7.000.000 de parados y Daniel Rodríguez asegura en redes sociales que podremos superar el 30% de desempleo. Vivimos una crisis en la que existe un shock de oferta, ya que no podemos producir por orden gubernamental, y un shock de demanda ya que, al no poder ir a trabajar motivado por decisión política, no se obtiene renta disponible suficiente para poder adquirir bienes o consumir.

El mediocre vive de la excusa, ya que, si pone en el centro el mérito, dejaría de existir de inmediato.

Siempre buscamos culpables, pero nunca nos miramos a nosotros mismos. Hablamos de la insolidaridad de Europa al no querer emitir deuda, o de la baja tributación por parte del sector empresarial en España. Todo para no decir que no se sabe gestionar y que las propuestas que plantean mayor intervención del Estado en la economía no funcionan.

Las soluciones que los estatistas plantean son tales como emisión de deuda. Ya lo pagará otro. Y eso en España funciona porque estamos acostumbrados a la mediocridad, a los gobernantes que son políticos y no grandes tecnócratas. Acudimos a Europa a solicitar financiación vía emisión de bonos, coloquialmente denominados como «corona-bonos». Se lo pedimos a Alemania con una deuda pública de 59,80% sobre su PIB u Holanda, con un 48´60% (datos recogidos de datosmacro). Mientras, nosotros nos presentamos con una deuda colindando el 100% del PIB y con planes de gasto absolutamente injustificables acompañados con la fórmula mágica de «hay que subir impuestos a los ricos». Pero los egoístas e insolidarios son estos países del Norte de Europa.

Hablemos de los ricos. ¿Qué renta tiene que obtener una persona para que se le considere rico? ¿Cuándo un ciudadano pasa de ser pobre a rico? Se intenta vender una ideología muy antigua como el comunismo inseparablemente acompañado de 100millones de muertos. Quieren poner en el tablero político «la lucha de clases», una falsa igualdad. Primero es necesario combatir la pobreza, término inherente al socialismo, y posteriormente, buscar no la igualdad de consecuencias sino la igualdad de oportunidades. Al hablar de esa ficticia igualdad, se habla de una igualdad a la baja. Iguales, sí, pero en miseria.

En España no se puede hablar de ricos. No, no se puede. Sólo hay que analizar el tejido empresarial de España y ver que el 90% de nuestras empresas son PYMES. El salario modal en España es de 17.482euros (datos del INE).

¿De verdad alguien se cree que todo gasto lo financian los ricos? ¡¿Pero qué ricos?! La riqueza no la genera el Estado, sino los empresarios y autónomos. Tenemos que ayudar a generar puestos de trabajos, atraer inversión, ser competitivos y no conformarse con la prestación del Estado. ¡Seamos ambiciosos!

Y para crear riqueza, es fundamental una rebaja fiscal, flexibilizar el mercado laboral. «En España las empresas pagan un 6% de impuestos», un argumento absolutamente falso y erróneo ya que, si fuera así, nuestro país sería el principal destino de las grandes empresas y esto no sucede. Tenemos un elevado tipo de gravamen en Impuestos de Sociedades, un 25% es una auténtica barbaridad. Hay que ayudar a las empresas a obtener mayores beneficios, facilitarles el poder contratar a más personas. No podemos rozar el principio tributario de la no confiscatoriedad, es imprescindible reducir la presión fiscal a empresas. Es fundamental ayudar a los autónomos que son los grandes olvidados del Estado. Es fundamental bajar los tramos del IRPF para buscar reactivar la economía lo antes posible. España es un «infierno fiscal». Es principal inyectar liquidez.

Y hablemos del salario mínimo. Si el salario mínimo aumenta a 950 euros, no implica que vayamos a tener 50 o 100 euros más en nuestras carteras. Por lo que he comentado al principio: la inflación. Una subida del salario mínimo no es más que prohibir a unas personas trabajar por menos de lo que el Estado ve conveniente. Una subida del SMI es una medida absolutamente antisocial, por mucho que el socialismo estatista nos intente convencer de lo contrario. El salario de una persona tiene que coincidir con el salario de mercado. No podemos obviar que el salario es la relación marginal de la productividad. Si el Estado obliga a una empresa a que la prestación de un trabajador sea superior al de mercado, esto puede generar nefastas consecuencias. En primer lugar, el despido. También puede que, por ejemplo, no le pueda pagar un seguro médico o cualquier otro tipo de remuneración en especie ya que tiene que compensar ese desequilibrio originado por decisión gubernamental. ¿Es el Salario Mínimo Interprofesional una medida social? Por supuesto que no.

Es imprescindible liberalizar el mercado laboral, reducir cotizaciones sociales para una vez pase esta pandemia, volver a generar empleo y riqueza. En definitiva, anhelar y perseguir que las personas vuelvan a tener renta disponible.

Y la última de las medidas planteadas… «hay que imprimir dinero, hay que aumentar la masa monetaria, para de este modo poder devaluar la moneda y aumentar las exportaciones». A esta afirmación respondo con lo que comentó el gran Daniel Lacalle en la Sexta: «Si esto fuese cierto, Zimbabue sería la panacea de las exportaciones mundiales, y no es cierto».

Con esta «gran medida» se genera inflación, es decir, se hace que el dinero pierda valor de forma descontrolada y se crea algo que, como he dicho anteriormente, es inherente al socialismo: la pobreza.

Es fundamental reducir el gasto público y abolir partidas absolutamente superfluas. Reducir al mínimo las subvenciones. Hay que premiar el mérito y no la holgazanería.

Como decía Henry Ford, «la mediocridad es el peor enemigo de la prosperidad».

«Si los comunistas entendieran de economía, no serían comunistas». Friedrick Von Hayek.

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