ELECCIONES GENERALES

Mañana tenemos que hablar

La provincia afronta las elecciones más inciertas de la democracia, con cuatro partidos con opciones reales de representación, obligados a pactar a partir del lunes

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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La provincia –toda España a excepción de los territorios con fuerte presencia de partidos nacionalistas– viven las elecciones generales más abiertas y disputadas desde que acabara la década de los 70. En los últimos 35 años, nunca se ha vivido nada igual. Hasta cuatro partidos con opciones de obtener representación parlamentaria gaditana. Hasta cuatro partidos con opciones reales de formar el Gobierno, de apoyarlo o tutelarlo en cada votación. El fin de las mayorías absolutas.

Como se ha reflejado en todas las convocatorias desde 2012 (europeas, municipales o autonómicas), el mandato de las urnas es claro: «Negocien, hagan equilibrios, muchos, combinen sus propuestas y posturas». El presunto desgaste del modelo bipartidista, la reconversión del malestar ciudadano en partidos y un cambio generacional del electorado forman un combinado de sabor desconocido.

Hay mucha curiosidad por probar su aroma y sus efectos. Cabe esperar que sea saludable, que no provoque digestión pesada ni resaca, que no tumbe a nadie.

A estas alturas electorales, casi es un lugar común, un tópico. Pero está basado en una realidad comprobada hasta el cansancio. Son cuatro millones de indecisos a los que sumar el voto oculto y avergonzado (un alto porcentaje de votantes de PP y PSOE ni siquiera comenta su intención en su entorno). Casi un 40% de los llamados hoy tiene menos de 40 años. A la mayoría de ellos, los efectos de la Transición, las filias y fobias del Franquismo, los modos que parieron el consenso le traen al fresco. Casi la mitad del electorado joven no entiende la vida sin democracia ni contempla su pérdida. A cambio, quiere transformarla, verla evolucionar. La Constitución de 1978 no le parece a ese electorado joven algo intocable ni sagrado por más que –con irrefutables números por delante– haya sido la más larga y fructífera de la convulsa Historia de España.

Ningún partido se acercará a los 120 diputados. Quizás, ni a los 110. Para obtener una mayoría sólida es muy probable que tengan que unirse los parlamentarios de tres partidos. En varias de las combinaciones, no alcanza con una coalición entre dos. Por primera vez, llegarán al Congreso de los Diputados propuestas sin la aprobación garantizada. A trabajar, a convencer.

Así que hay que volver al principio: es el final de la campaña pero sólo el inicio de las negociaciones. Por primera vez en 35 años, nada quedará resuelto, ni siquiera bastante claro, con el café del lunes postelectoral.

Los cinco partidos con posibilidad de representación en la provincia de Cádiz (PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos y Unidad Popular-IU) lo saben y han esquivado los compromisos concretos en la campaña electoral. Nadie se ha atrevido apenas a dar cifras, a presentar proyectos detallados sobre los conflictos que generan interés universal: vivienda, desempleo, política fiscal, educación, sanidad... Nadie quería soltar una carta para que todos la vieran y, en unas semanas, tener que doblarla y tragársela en una negociación para formar Gobierno, para crear algo parecido a un pacto de investidura o estabilidad.

Todo han sido ataques genéricos, ambigüedades ideológicas, retórica. Que vienen los revolucionarios. La vieja política está muerta. La corrupción debe acabar. Los derechos perdidos han de regresar. Las reformas son imprescindibles... Un catálogo de buenas intenciones que casi resultarían intercambiables entre todas las fuerzas políticas.

Todas saben que sus votantes mutan, mueven sus posiciones de forma inesperada hace un lustro. Y se trata de espantar a los menos posibles, de cerrarse pocas puertas. Para garantizarlo, mejor no abrir ninguna. Menos aún con porcentajes, con presupuestos, con explicaciones a la anglosajona. Nada de «vamos a hacer esto y lo vamos a hacer así, aquí tienen los números».

En Cádiz, con un bochornoso 43% de paro según la Encuesta de Población Activa, con un mercado laboral enfermo que apenas ha bajado del 30% en algunos meses durante los últimos 35 años, las propuestas económicas son esenciales. Todos los partidos dicen tener ideas para potenciar industria y turismo, los dos principales pilares. Desde la flexibiliación del marco de contratación y despido de Ciudadanos hasta el sueño de energías renovables de Podemos, nada nuevo bajo el sol. Nada que no se haya propuesto antes sin el menor éxito en el caso de PSOE y PP.

Las infraestructuras son el punto fuerte del Partido Popular, en cambio. Con el segundo puente recién desembalado, la liberación definitiva de la autopista A-4 entre Cádiz y Sevilla se considera incuestionable para 2019. La llegada de una versión de Alta Velocidad ferroviaria también parece inminente hace más de un año. Estos equipamientos se ofrecen como garantías de una posible mejora económica y, especialmente, laboral.

Pero faltan los detalles concretos. Ni a nivel nacional, ni regional, mucho menos provincial, se han desgranado estas intenciones. Todos están demasiado pendientes de saber si podrán aplicarlas, de calcular qué tendrán que ceder y ante quién. Como añadido, el respeto al programa electoral nunca ha sido sello de la democracia española.

PP y PSOE tienen una larga tradición de traición a sus guiones electorales (subida de impuestos del Gobierno de Rajoy, de la modificación constitucional del artículo 135 al ingreso en la OTAN, del PSOE) pero creían poder hacerlo al tener mayoría absoluta. Daban el volantazo y confiaban en tener 30 meses por delante para enderezar el rumbo antes de presentarse de nuevo ante el electorado. Salvo en el último caso de los socialistas, en 2011, la ciudadanía parecía perdonar con facilidad. Todo eso es pasado. Ya no son dos, son el doble. Ya no tendrán carta blanca, tendrán Carta Magna y ni ésta es inamovible.

Todas estas previsiones son aplicables a casi cualquier territorio español (con la salvedad nacionalista de siempre). Pero en la provincia de Cádiz, en la Bahía, se podrán hacer distintos análisis con premisas locales, con claves territoriales.

Lecturas particulares

La más interesante en la Bahía de Cádiz consistirá en analizar hasta qué punto perdura el castigo al Partido Popular en Cádiz, San Fernando, Chiclana, El Puerto y Puerto Real. También, en comparar los resultados de las franquicias podemistas locales con los que obtenga hoy Podemos. Los alcaldes de Cádiz y Puerto Real no llevan ni seis meses en sus cargos, con minorías que les permiten gobernar con apoyos. El resultado de esta jornada será su primera reválida en el poder, la primera ocasión de buscar referencias numéricas a su hipotético desgaste. Noelia Vera es la primera candidata de Podemos al Congreso. Es una cunera, una paracaidista. Tiene 30 años y admite no haber pisado Cádiz en los últimos diez (la tercera parte). No cuenta con más aval que ser amiga de Pablo Iglesias. Así que sirve bien para el experimento. Si su partido logra un buen resultado hoy es porque la marca funciona, el efecto que provocó el vuelco municipal sigue vigente. A su figura particular puede achacarse poco mérito. Si hay bajada, también será lógico pensar que son Kichi, el regidor portuense, Teresa Rodríguez e Iglesias los que pierden fuerza, en vez de la desconocida periodista de origen portuense.

El segundo diputado de Podemos por la provincia podría ser un dirigente ‘sindical’ de la Benemérita, Juan Antonio Delgado. En la capital gaditana y en Puerto Real, estas generales tendrán el añadido de reforzar o debilitar el equilibrio de los gobiernos municipales de esta formación.

Ciudadanos está en una situación más cómoda. No tiene gobiernos municipales que someter a examen. Sólo tiene margen para ganar. La incógnita es saber si acabará la noche como tercera fuerza provincial y segunda nacional. La lista encabezada por Francisco Javier Cano en la provincia parece lejos de obtener el tercer diputado y, por tanto, disputar al PP (o PSOE) la segunda posición por votos en tierra gaditana. Aún así, parece garantizado que su resultado electoral en Cádiz estará impulsado por un crecimiento exponencial.

A populares y PSOE les toca medir la intensidad de su caída, la longitud de su retroceso. Todo apunta a que será mayor en términos nacionales que en provinciales. Apenas hay dudas de que obtendrán tres diputados gaditanos cada uno. Cualquier otra cosa sería una sorpresa. Pero esta noche no están descartadas.

La simbólica elección de caras en la cartelería

La elección de cada palabra, de cada discurso, resulta esencial en campaña electoral. Pero, también, de cada foto. Los carteles que los ciudadanos ignoran al pasar como parte del paisaje urbano, por más que sean efímeras, cuentan mucho más de lo que aparentan. Dice mucho lo que muestran y casi más lo que ocultan. Así, los partidos que aspiran a tener parlamentarios gaditanos en la jornada de hoy han elegido entre candidatos nacionales o provinciales según su presunto grado de conocimiento. El Partido Popular es el que más ha mostrado el rostro de su aspirante provincial. Teófila Martínez, tras 20 años como alcaldesa de la capital gaditana y tras ser candidata a presidir la Junta de Andalucía, es una referencia inconfundible. Por eso ha compartido escaparate con Mariano Rajoy.

En el caso del PSOE y Podemos, se da el caso contrario. Las formaciones asumen que sus aspirantes provinciales son desconocidos, o casi. Ni el veterano Salvador de la Encina ni la recién llegada Noelia Vera ocupan una sola valla, un póster de los que cuelgan de las farolas en las avenidas. Su espacio está ocupado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, respectivamente. Es una confesión de que sus partidos confían más en la marca nacional que en la provincial. En el caso de Ciudadanos, se da un caso parecido, aunque el número uno provincial se deja ver con timidez. Exagerado es el caso de Unidad Popular-Izquierda Unida. El nombre del primer aspirante de su lista, Santiago Gutiérrez, es prácticamente un misterio para la mayoría de los votantes. Como consecuencia, todos los carteles y los actos de mayor repercusión han tenido otro rostro, el del joven líder nacional Alberto Garzón.

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