Fernando Alberca
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ENTREVISTA

Fernando Alberca: «Deberes cero. El niño está perdiendo mucho, no tiene tiempo ni de jugar ni de estar con la familia»

El profesor y escritor participa este lunes en un nuevo 'Encuentro de la Casa Pemán' para presentar su último libro, 'Aprender a interpretar a un niño'

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Considerado por diferentes organismos internacionales, publicaciones especializadas y medios de comunicación como uno de los mayores expertos en educación del mundo, Fernando Alberca (Córdoba, 1966) acude este lunes a Cádiz para protagonizar una nueva cita del ciclo 'Encuentros de la Casa Pemán', organizado por la Fundación Cajasol y LA VOZ DE CÁDIZ.

El profesor y escritor, autor de títulos como 'Todos los niños pueden ser Einstein', 'Tu hijo a Harvard y tú a la hamaca' o 'Cuatro claves para que tu hijo sea feliz', acaba de publicar un nuevo manual, 'Aprender a interpretar a un niño'. En la charla del próximo lunes (en la Casa Pemán de Cádiz, en San Antonio, a las 20 horas), el profesor dará muestra de su maestría con un 'clase' muy práctica.

Pero también hablará de muchos otros temas que preocupan a los progenitores de hoy en un encuentro que estará moderado por Yolanda Vallejo.

-En 'Aprender a interpretar a un niño' apunta hasta 700 elementos que pueden llevar a los padres a conocer qué les pasa y cómo sienten sus hijos pero, sobre todo, habla de observar. ¿No debería ser esa la prioridad, el punto de partida de la educación?

-El libro surgió porque muchos padres acudían a mí, incluso de países fuera de España, para enseñarme dibujos de sus hijos, o sus escritos, o para hablarme de sus juegos o sobre su forma de estudiar, por ver si le pasaba algo o si el niño estaba sufriendo. Me parecía lamentable que alguien a tanta distancia, sin conocer a su hijo, pudiera saber cosas que el padre no sabía y que puede aprender perfectamente y es cómo interpretar todos estos elementos. Hoy día el niño se comunica mucho más no verbalmente que verbalmente, por eso hay que estar mucho más atentos para saber qué nos quiere decir, lo que le pasa, lo que siente...

-¿Como compiló todos estos elementos?

-El libro se divide en varios apartados. El primero trata de los dibujos, sobre cómo se expresa un niño a través de ellos, esto es una cuestión muy científica, el libro está jalonado de autoridades que nos confirman que no se trata de una cuestión subjetiva, sino muy científica, y que el subconsciente es una parte también muy fiable. Hablamos de cómo podemos averiguar cómo piensa el niño de sí mismo cuando pinta un autorretrato, o cómo se ve con los demás cuando pinta una casa o comó ve a sus padres cuando pinta un paisaje o qué le preocupa en este momento presente cuando se le plantea un dibujo libre. Lo que hace este libro es explicar, desde lo más básico, cómo piensan sus hijos en un montón de cuestiones que nos preocupan a los padres sobre todo para poder ayudarles y quererles más.

-¿Cuáles son los gestos o comportamientos que más suelen obviar los padres?

-Los padres normalmente se fijan demasiado en lo que dice el niño y no en su comportamiento, creen que el comportamiento puede ser bueno o malo pero no se dan cuenta de que el comportamiento es la manifestación más fiable de lo que está pasando. Cuando a un niño le preocupa algo suele decirnos que tiene una cosilla ahí que quiere contarnos, pero que no tiene prisa. Cuando, al contrario, lo que quiere contarnos no es tan importante en cuanto a contenido y lo que quiere más es tener la sensación de dialogar con nosotros, suele decir eso de tengo una cosa muy importante que decirte. Es decir, las palabras no siempre son fiables, sin embargo, hay muchos gestos como ponerse nervioso, las manos, tocarse el brazo, la forma de la postura que nos pueden decir cuándo el niño está preocupado, sufriendo o disfrutando.

-Dice que el libro ha surgido a raíz de las preguntas formuladas por los padres. Si hubiera un top de las preocupaciones más recurrentes de los progenitores, ¿cuál sería?

-Las grandes preocupaciones que un padre, cuyo hijo está sano, que es el padre más común y los hijos comunes son muy inteligentes, muy valiosos y únicos, son sobre el comportamiento -rebeldía, obediencia...-, la falta de seguridad y autoestima -¿por qué mi hijo es tan tímido o inseguro?-; sobre las redes sociales, en especial por el uso del smartphone y por cómo le afecta en las relaciones personales y, por último, y es un clásico, por el rendimiento escolar -¿cómo mi hijo puede dedicar menos tiempo para hacer mejor las tareas ya que trabaja tanto y no tiene rendimiento?-.

-Y ante estos problemas, ¿qué receta puede prescribir a los padres?

-Soy muy amigo de mezclar la teoría con la práctica. El siglo XXI es el siglo de lo completo, de mezclar lo lógico con lo emocional, lo racional con lo intuitivo e imaginativo. Y en todos los problemas que tenemos hoy en día en el diálogo padres-hijos, pero también en los obstáculos que nuestros hijos están teniendo en diferentes ámbitos en los que se mueven, al final les diría que hay tres cosas muy necesarias: una, no sobreprotegerle, no solucionar el problema, sino acompañarle y orientarle. La hiperprotección es dañina y hay que tratar de educar para que el niño pueda ser feliz y superar la frustración el día de mañana. En segundo lugar hay que subirle la autoestima, explicarle a nuestro hijo que tiene muchas cosas buenas, que no puede llegar a ser bueno, sino que ya lo es, y enseñarle donde están esas cosas que ya le hacen ser tan valioso, decirle que nos encanta que sea así. Si se lo decimos de forma tan repetitiva que él también sea capaz de ver sus puntos fuertes, la autoestima le hará que tenga más confianza, la inteligencia sale con más facilidad, obedece más... La tercera cosa que les digo a los padres es que sean más positivos. El corregir mucho, exigir de verdad, porque eso es cariño, pero siendo muy positivos. Que él sepa que le valoramos tanto que le insistimos en lo que todavía les falta.

«Una de las principales consecuencias de la sobreprotección es que el niño quiere menos a los padres, en especial a la madre, a la que culpa de su fracaso»

-Hablaba de la sobreprotección pero entonces, ¿hasta qué punto es necesaria la autonomía, la independencia del niño?

-La independencia es buena, estimula la inteligencia, la personalidad, la seguridad, la confianza, la autoestima... La autonomía es clave, desde que el niño nace empieza a marcharse de la familia. Nuestra labor como padres es hacerles autónomos cuanto antes mejor. El cerebro está perfectamente diseñado para que en los 3, 4 o 5 años primeros aprender lo básico por si tiene que defenderse. Es un instinto natural de los padres hacer de los hijos más autónomos y más fuertes, además, los niños nos los demandan cada vez más. Una de las consecuencias de la sobreprotección es que el niño quiere menos a sus padres, especialmente a su madre a la que culpa de muchas cosas, aunque no sea justo, pero el niño ha aprendido que cuando no supera un obstáculo la culpa la tiene otro. Ve a la madre como la gran diana donde volcar su ira. Por lo tanto, la sobreprotección no es cariño.

-'Aprender a interpretar a un niño' es un manual para la casa y la escuela, ¿en qué porcentaje debe recaer esa observación, entre el hogar y el aula?

-Los principales protagonistas de la educación de un niño son los padres aunque alguno pueda creer que es el estado, o el centro educativo o un vecino, pero es el padre el primer responsable, el que tiene que cuidar de su hijo y apoyarse en la escuela, que obviamente es el colaborador principal.

-¿Ya no es la escuela uno de los principales agentes socializadores del niño?

-No lo fue. Eso es una manipulación política derivada de la Revolución Francesa y de la cultura de un estado que hacía de la escuela no como subsidaria, sino prácticamente como responsable de la educación de los hijos. Es algo que no conviene al ser humano, la socialización no empieza en la escuela, sino muchísimo antes, desde el vientre materno. Cuando llega a la escuela un niño, sobre todo a partir de los 3 años, ya está socializado. Sin duda la escuela es un ámbito fantástico para rematar esa socialización, para aprender a convivir, pero el ser es social por naturaleza con independencia del colegio.

-Pero sí han surgido otros, como las redes sociales...

-Hay muchos ámbitos donde hoy en día se mueven las relaciones personales, y el ámbito digital es el escenario más natural de un niño y de un adolescente. Hay que tener en cuenta que ahora la adolescencia comienza a los 9 años y termina a los 35, si acaba. Entonces desde muy pronto tienen que empezar a solucionar lo que antes se hacía más tarde, porque la adolescencia ya no tiene tanto que ver con lo biológico como con lo afectivo. Es verdad que hay un escenario nuevo y que debería exigir cierta madurez. Hay que recordar que la Policía exige que el uso de whatsapp no empiece antes de los 16 años y, sin embargo, los mayores consumidores de mensajes son mucho menores. Cuando una persona habla delante de otra en presencia siente unas sensaciones muy diferentes a cuando esa conversación es digital. Se está marcando un cambio de cultura con este nuevo escenario.

-Y, ¿cómo han cambiado los padres? Parece que ahora, cuanto más formados están para serlo, más fracasados se sienten.

-Sí, a los padres también les hace falta mucha autoestima y aprender mucha educación. No preocuparse tanto, porque un padre imperfecto es perfecto. Pero es verdad que hoy día hay que aprender a ser padre porque la sociedad maleduca y es el padre el que tiene que salvar a su hijo de la sociedad, que se ha vuelto más consumista e individualista. Por eso hay que aprender a ser padre en algún sitio, o bien en el ejemplo que uno tuvo en su propio padre, o leyendo libros e ir a este tipo de charlas... Antes tampoco se sabía educar muy bien, pero el niño tiraba un papel en la calle y le decía un señor mayor que pasaba por allí «niño recoge ese papel». Más o menos el niño era educado por la sociedad entera, como la tribu en África, pero eso hace mucho tiempo que ya no ocurre.

-¿Cree que vivimos en una sociedad frustrada?

«Necesitamos cambiar los contenidos académicos, incorporar hasta 15 asignaturas nuevas, que se impartirían por cuatrimestres»

-Vivimos en una sociedad de ser humanos que están hechos para ser felices con hábitos que les hacen ser muy infelices. Esta sociedad tiene que aprender a ser feliz, cambiar el rumbo en algunas cosas y poner mucho más de moda y en valor que uno se preocupe por otro y llegue a otro de forma afectiva y sea capaz de respetar muchísimo más las opiniones de los demás. Es verdad que nuestra sociedad lo pone a veces muy complicado, y necesitamos saber que nuestra felicidad pasa por superar obstáculos, por disfrutar de las cosas cotidianas y aprender a ser feliz de verdad y querer desinteresadamente. Si enseñamos a nuestros hijos esto, será feliz en cualquier circunstancia.

-Hay dos grandes temas de actualidad en cuanto a la formación académica de los niños españoles. La primera tiene que ver con la LOMCE, ¿qué opina de esta ley?

-La LOMCE es un intento bien intencionado pero que necesitamos cambiar. Necesitamos cambiar los contenidos, incorporar hasta 15 asignaturas nuevas a la Primaria y a la Secundaria, cuatrimestrales. Todo esto nos da una pista de lo despistada que está la LOMCE, que finalmente lo que hace, como todas las leyes anteriores, es analizar la organización de otra forma, pero el protagonista no es el niño, sino cómo planificamos la educación o cómo la evaluamos. Esta ley no va a acabar con el fracaso escolar, lo va a aumentar. Los que hemos pasado por muchas leyes hemos aprendido que un profesor magnífico con un alumno magnífico hacen magia con cualquier sistema educativo.

-Y el otro asunto es la propuesta de la CEAPA de que los escolares no hagan los deberes. ¿La comparte?

-Yo soy de la opinión de tarea cero. Estoy convencido de que la tarea es una costumbre, un refugio, pero sería bueno que la práctica se hiciera 20 o 30 minutos después de que el niño haya recibido la explicación, por eso creo que la tarea se debería hacer en el ámbito escolar. Estoy convencido de que el niño está perdiendo muchísimo, porque no tiene tiempo para jugar o estar con la familia, pero tampoco para estudiar. Nuestros hijos están haciendo muchos deberes y estudiando muy poco. Se necesita la tarde libre para que el niño pueda ser más responsable, para que pueda jugar, se debe entender que el niño aprende mucho más jugando que yendo al colegio y se aprende mucho más estando con la propia familia que con un horario interminable.

-Pero entonces, ¿las extraescolares tampoco, no?

-Cuando el niño tiene un aprendizaje académico y lleva muchas horas al día, no está aprendiendo a jugar ni a convivir. Hay padres que piensan que un niño sin tareas se aburriría o perdería la tarde, pero el concepto de perder y ganar lo tienen equivocado. El niño está trabajando muchas horas con poco rendimiento, aprendiendo muy poco. Lo más básico no lo están aprendiendo: leer mejor, aprender a escribir, a observar... Rellenamos mucho la vida del niño, organizándosela nosotros y no permitiendo que madure.

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