Toros Jerez

La inspiración y arte de Morante conquistan

Manzanares también abre la puerta grande de Jerez mientras Aguado se va de vacío ante un descastado y flojo encierro de Domecq

P.M.

Pepe Reyes

Segunda y última corrida de la exigua feria taurina de Jerez, cuyo cartel se iluminaba con el nombre de figuras como Morante y Manzanares y con el del joven Aguado, alto representante de la nueva hornada de matadores que a base de buen toreo y espíritu renovado, ha trastocado, por fin, la jerarquía del escalafón. Y para cerrar el círculo de los parámetros repetidos no podían faltar los toros de Juan Pedro Domecq, impasibles, imperturbables a fracasos anteriores. Siempre al límite de la casta y de las fuerzas, con ellos se asegura la bondad de comportamiento pero también el hurto de la emoción y la incertidumbre, base primordial de la fiesta.

y no pudo empezar mejor el festejo, pues Morante acarició la verónica en una sucesión inacabable de lances bellos, hondos, ceñidos y despaciosos, con los que sacó a la res desde las tablas a los mismos medios. Un homenaje a la tauromaquia de esta envergadura no está nada mal para inaugurar una corrida de toros. El animal, tan noble como falto de poder, sólo recibió un leve rasguño en varas y, aún así, su menoscabada locomoción y ausencia de fortaleza ya se hicieron patentes. Circunstancia que marcaría el resto de su lidia y condicionó el afanoso trasteo muleteril de La Puebla, quien se vio obligado a inventar pases a un toro mortecino y sin apenas recorrido. A pesar de ello,

Recibió Morante en posición genuflexa al cuarto de la tarde con airoso juego de brazos, pero el animal evidenció escaso celo y tendió a buscar la salida sin entrega alguna.Después se lució en un quite a la verónica y jugosas medias, donde el toro ya dejó patente sus carencias de raza y fortaleza. Unos ayudados por alto de añejo sabor y bellos remates por bajo y pases de pecho constituyeron el afortunado prólogo del trasteo de Morante. Y éste prosiguió entre una sucesión de pasajes brillantes, cuya intensidad y asiduidad fueron en aumento. Torería, pulcritud, magisterio, derrochados por un inspirado Morante que dejó momentos de excelsa belleza en derechazos, naturales, cambios de mano, salidas airosas de la cara de la res... un compendio arrebatado de toreo de alta magnitud. La plaza se enloqueció con el de la Puebla y fue toda un grito de entusiasmo unísono cuando el diestro culminaba su gran obra con una estocada en todo lo alto.

Variado y lucido fue el saludo capotero de Manzanares al segundo de la suelta, en el que alternaron verónicas, delantales y medias verónicas mientras ganaba terreno al astado. Tras una lidia sobresaliente y eficaz de toda la cuadrilla y con brillantez rehiletera incluida, arribó el toro al tercio definitivo con el recorrido justo y las fuerzas mínimas para soportar la poderosa muleta de Manzanares. Sólo le daría para propiciar dos series de derechazos iniciales y poco más. y en eso consistió lo conseguido por el diestro alicantino tras dilatado y descendente trateo, que tuvo su epílogo con dos pinchazos y media estocada.

Manzanares, lidia pulcra

Se estiró con garbo a la verónica Manzanares al recibir al quinto y todo el peonaje volvió a lucirse en una lidia pulcra y muy lucida. Aprovecharía el diestro el puntito más de codicia y repetición que le regaló esta res para plasmar bellas tandas de redondos y naturales, en los que dejó muestras de su ortodoxia en los pases y la rotundidad de su toreo. Un trasteo que fue a más y en el que unos circulares finales acabaron por encender a la concurrencia. Que solicitaría el doble trofeo tras cobrar manzanares una gran estocada al volapié. Premios que se concedieron y al que acompañó el de una inopinada vuelta al ruedo al toro, que inexplicablemente el usía concedió.

También Pablo Aguado recibió con exquisito primor a su primer enemigo, al que lanceó a la verónica con cadencia, gusto y quietud. Y al que quitó con ajustadas y airosas chicuelinas. Pero, al igual que sus hermanos, al toro le faltó un alto porcentaje de la mínima raza exible y de una fuerza de cuya ausencia adolecía por completo. Por lo que la faena de Aguado transcurriría por la aburrida senda de la monotonía de ver un torero que quiere e insiste y un toro que no va. Triste proceder que tuvo su fin cuando el diestro acertó a la primera con el estoque. El sexto, que fue recibido con una inusual larga cambiada de hinojos por el espada sevillano, fue devuelto por su palmaria invalidez. Suerte que repetiría Aguado con el sobrero, al que luego estamparía bellas verónicas al par que le ganaba terreno. Galleó por chicuelinas para llevarlo al caballo y el toro salió del encuentro con éste con poquito brío y escasa profundidad en sus rácanas embestidas. Muy parado en el último tercio, no dio ninguna opción a un frustrado Aguado que se topó con el peor lote del encierro. A pesar de intentarlo con denuedo, su oponente era un marmolillo al que costaba gran esfuerzo arrancarle medias arrancadas. El público le reconoció la intención y le brindó una ovación cuando pasaportó a su oponente de pinchazo y estocada.

Ficha

Toros: Se lidiaron seis ejemplares de Juan Pedro Domecq,el sexto com sobrero.Justos de presencia, descastados en general, parados y faltos de fuerza. Al quinto se le dio la vuelta al ruedo.

Morante de la Puebla, de verde y oro. Oreja y dos orejas.

Jose Maria Manazanares, de grana y oro. Ovación y dos orejas.

Pablo Aguado,de negro y plata. Ovación y ovación.

Plaza de toros de Jerez.Lleno en la mitad de su aforo.

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