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Batallas

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El partido en el poder moviliza a sus huestes. Días atrás la ministra Pastor se personó en Medina, sin su parte del dinero, para inaugurar la restauración de un lienzo de muralla, y poco después la parlamentaria andaluza Pedemonte también nos honró con su presencia para explicarnos las bondades de la LOMCE.

Al primer acto no acudí. Detesto estos rituales en los que los altos gerifaltes políticos se presentan con sus coches oficiales y chóferes con gorra de plato para ponerse a sí mismos las medallas. Muy hambrienta de inauguraciones debe de andar, no obstante, la ministra cuando acude en busca de estas migajas. Al segundo sí que asistí, e incluso aguanté los 45 minutos de retraso de la parlamentaria debido al interés que, como padre y profesional del ramo, tenía en escuchar sus razones.

La demora hizo que el escaso público asistente quedara reducido a media docena de personas. La decisión unánimemente aceptada fue abandonar la sala de la conferencia para sentarnos alrededor de una mesa en una cafetería próxima. Allí pude constatar de primera mano la exhibición de esas cualidades que todo animal político debe poseer para sobrevivir en la jungla de intereses y ficciones que constituye su territorio. Discurso de experto para hablar de lo que no se tiene ni la más repajolera idea y cintura ágil para esquivar las preguntas comprometidas yéndose por los cerros de Úbeda.

Tras mis preguntas a la parlamentaria Pedemonte salí de la cafetería con las mismas dudas y temores con que había entrado. Si las dudas que no supo o no pudo despejar han de ser tenidas como certezas, concluyo lo siguiente.

La LOMCE ha sido una ley consensuada únicamente con la Conferencia Episcopal. Su aplicación plena parece garantizada sólo en aquellas comunidades gobernadas por el PP. Las reválidas externas van a suponer el colapso del sistema educativo no sólo por la falta de recursos económicos para llevarlas a cabo tal y como se pretende, sino también porque si se hacen con verdadero rigor desenmascararán la ficción de los ya de por sí bajos niveles de éxito académico. Los directores de los centros se convertirán, como ya lo son la mayoría de los inspectores, en comisarios políticos al servicio de los partidos gobernantes. La educación en general pasará a ocupar el lugar que el mercado le ha asignado en su implacable modelo de sociedad.