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Pensiones: cuestión de cifras

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Un sistema de pensiones sustentado en un sistema financiero de reparto es y será siempre un problema. Este no existirá únicamente cuando se erige, ya que la proporción cotizantes-beneficiarios se decanta a favor de los primeros, lo que permite durante años su andadura. El ‘reparto’ se fundamentan en el principio de solidaridad intergeneracional, de tal forma que nuestros padres financiaron el sistema para nuestros abuelos y nosotros a nuestros padres.

El sistema español de Seguridad Social tal y como hoy lo conocemos nacía en 1963, sobre las bases de su publicación y universalidad. En aquel entonces la edad de jubilación estaba marcada en los 65 años. Igual cifra que las pensiones que surgieron antaño al albor de la Ley de Accidentes de Trabajo de 1900. Pero desde entonces la esperanza de vida no ha dejado de subir y esta es un factor de primer orden para determinar la viabilidad de cualquier sistema de esta naturaleza.

Las diferentes crisis de empleo existentes que adquieren la condición de endémica, han puesto de manifiesto la inviabilidad de un sistema que se nutre de las cotizaciones de los sujetos obligados.

Todo empezó con la Ley 26/1985. Se produce entonces la primera huelga general contra un mandatario socialista del actual período constitucional. La reforma entonces consistía en la ampliación del período mínimo de cotización para su percibo, así como ampliar el período de cómputo de cotizaciones para el cálculo de la cuantía de la pensión.

Posteriormente se promulgó la Ley 24/1997, de 15 de julio, de consolidación y racionalización del sistema de Seguridad Social. Sus artículos 1 y 2 enunciaban el grueso de la reforma: la separación y clarificación de las fuentes de financiación de la Seguridad Social y la constitución del fondo de reservas.

En 2010 el gobierno de ZP congela las pensiones contributivas y suspende en 2011 su revalorización. Ahora, hoy mismo, el que fuera ministro socialista y alto cargo de la UGT, en un ataque de ‘bondad infinita’ con el dinero ajeno y al que en el fondo le importa un pito la pervivencia futura del sistema, manifiesta que «hay que actualizar las pensiones, pero no según estén las cuentas de la Seguridad Social, que se pueden modificar con la acción del gobierno, sino según suba el coste de la vida». No se si en el ataque de estupidez, ha prevalecido su condición de socialista, la de sindicalista o la de ambas cosas a la vez. Yo mi inclino por esto último. Es la versatilidad del pensamiento único. País, diría Forges.