pan y circo

El espía del Melilla

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Todos los amantes del fútbol tendrán siempre presente a Ramón Blanco. Y no es para menos. Recordado hasta la saciedad por su bigote y su camiseta rosa, este gallego de nacimiento, pero gaditano hasta la médula, no dejaba indiferente a nadie. Sin ir más lejos, sólo hay que ver la avalancha de mensajes que desde el primer momento inundaron internet para recordar su figura.

Bien es cierto que todos los que nos dejan siempre reciben un afectuoso adiós y que las rencillas quedan en el olvido, pero con Ramón la despedida es más sincera que nunca. La afición, los directivos y los jugadores, entre otros, no se olvidaron de él, como tampoco lo hicieron sus compañeros de los medios de comunicación que vivieron día a día siete años de su vida. Entrenamiento tras entrenamiento, partido tras partido, viaje tras viaje... Son muchas las anécdotas que pueden contar los que conocieron al entrenador de Vimianzo.

Todos coinciden en un aspecto: tocó la gloria con su Cádiz, se codeó con los más grandes, entró a formar parte de la historia cadista y del fútbol nacional, pero siempre trataba con humildad y respeto a los que compartían el trabajo diario.

También todos tienen sus historias con Ramón. Algunos como José Grima, Nacho Limón, José Mari Aguilera, Vallecillo, Rubén López, Edu Marín, Dani Anelo, Antonio Díaz, Hugo Vaca, Alfonso Carbonell, Carlos Ríos, Ignacio de la Varga, y tantos otros, tienen muchas anécdotas. Yo, aunque he coincidido menos con él, también me llevó un gran recuerdo suyo. Todavía me acuerdo el día que, recién llegado a LA VOZ, Ramón habló con Jose González para asegurarle que yo no era ningún espía del Melilla, equipo que esa semana jugaba frente al Cádiz en la Liga. Su actuación, como siempre, fue vital.

Sin lugar a dudas, Ramón ha dejado huella. Descansa en paz.