el apunte

La impotencia de la alcaldesa

Teófila Martínez sabe que el infundio puede más que una carrera política intachable y su reacción sólo puede concebirse como un gesto de humanidad

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Si se hiciera un sondeo realista, honesto y callejero en la capital gaditana, la respuesta sería clara. Nunca unánime pero sí mayoritaria. Los gaditanos tienen pocas dudas sobre la honestidad política de su alcaldesa. Le sacarán otros mil defectos pero como ella misma le gusta decir es evidente que puede meter la pata pero no la mano. Sin embargo, Teófila Martínez se ha visto volteada por la ola de sospecha universal que derriba la presunción de inocencia y convierte en potenciales corruptos a todos los responsables políticos. Todo, por una presunta aparición en una posible nota, supuestamente escrita a mano en una contabilidad oscura. De repente, la norma sagrada de que todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario, y un juez lo certifica, se desploma. Teófila Martínez, con un enorme bagaje político, lo sabe. Es consciente de la fuerza milenaria del «difama, que algo queda» y por eso debe ser respetada su reacción, la tensión visible que se le escapó ayer en el Pleno no es más que un gesto de humanidad de la que ve atropellados muchos años de trabajo por unas circunstancias –la potencial cercanía a unos pocos corruptos– que podría sucederle a cualquiera. Si bien la alcaldesa no es una persona inaccesible al error ni al exceso, es cierto que parece pagar por pecados ajenos que no estaba en su mano descubrir ni denunciar pero que ahora purga como si fueran propios. Es la sensación de impotencia de una persona que sabe que cuando la masa adopta una opinión, las actitudes individuales se vuelven invisibles, inservibles.