Hasta la misma masa testicular

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El hartazgo que produce un día sí y el otro también, esa especie de serial ‘pasión de catalanes’, no solo me produce malestar general, sino que no sé cómo expresarlo con rotundidad, por eso recurro a esa paráfrasis con la que titulo el artículo. El ministro Wert podría haber recurrido a la paráfrasis también, hubiese evitado que le zumben los oídos durante todo el fin de semana y además, hubiese sido mucho más efectivo. Con haber dicho que España es un Estado de derecho en donde se cumple la Ley y se ejecutan las sentencias de los tribunales, hubiese sido suficiente. Desde hace muchos años, los Gobiernos autonómicos incumplen con mayor o menor disimulo la Ley y las sentencias dictadas por los tribunales, que simplemente no son de su agrado. No hay que ir más lejos que una vez más a Cataluña, para observar el flagrante incumplimiento de reiteradas sentencias del Tribunal Supremo en materia lingüística, cuando otorgan al castellano la condición de lengua vehicular en la enseñanza en esa Comunidad. Su incumplimiento reiterado no produce efecto alguno. Las sentencias son de obligado cumplimiento según reza el artículo 118 de la Constitución. Sí no se cumplen voluntariamente y en los términos en los que se dictan, habrá que recurrir al uso de la fuerza. Eso es lo que prevé nuestro ordenamiento jurídico. Que no es más que el modo de proceder en cualquier país democrático. Si se hace dejación y no se exige el cumplimiento de lo impuesto por los tribunales, el Estado democrático de derecho se queda inerme.

Empleemos los términos apropiados y no demos munición a quienes no se lo merecen. Decía la Consejera de Educación de la Generalidad catalana en el verano de 2011 encontrase encantada «del proceso irreversible de catalanización del sistema educativo en todos sus niveles y del hecho concluyente para mantener vivo la llama nacionalista, de haber traspasado generación tras generación la tradición, habiendo generado así la Historia de Cataluña». Es el más claro y lamentable caso de adoctrinamiento y sectarismo jamás conocido, amén del de manipulación ex profeso de su historia fabricada para un fin predeterminado de antemano. El señor Wert no puede caer en el mismo error, aunque la finalidad pretendida sea buena y decente. Wert, que tiene mucha vergüenza, no ha sabido calibrar la poca ‘wertgüenza’ que hay en cierta clase política catalana. Wert y el Gobierno al que pertenece deben poner a trabajar al Fiscal General del Estado, para que en Catalaluña y en toda España se cumpla la Ley. Además, la Alta Inspección del Ministerio de Educación tendría que actuar sobre los contenidos educativos, donde el sectarismo, la manipulación y el adoctrinamiento campan a sus anchas, lo que no solo ocurre en Cataluña, porque en Andalucía ni les cuento, con esa bazofia que ha sido la Educación para la ciudadanía. También así se cumple la ley en aras al interés general.

Dicen que el Rey pidió explicaciones a Rajoy por lo de la españolización. Este último ni se inmutó. No sé si es que padece miedo escénico. Yo soy monárquico, así es que nadie me malinterprete, pero el Rey debió callarse y advertir que en su reino lo que hay que hacer es cumplir la ley y punto. También él ha metido la pata. Con corona o sin corinne, meter la pata es de humano y Don Juan Carlos lo es.