Para vomitar

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Raúl Navas ha cometido el terrible pecado de haber nacido en Cádiz y pertenecido al Cádiz CF e intentar jugar en el Xerez CD. Al menos, una pandilla de indeseables se lo ha hecho saber con unas vergonzosas pintadas aparecidas alrededor del estadio Chapín. La noticia podría sonar a cachondeo, sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de una provincia en la que durante este año se está conmemorando el Bicentenario de una Carta Magna que lo último que recogería serían sandeces de este calado. A años luz del significado del Doce y de las mínimas nociones de educación, cultura, respeto y civismo se sitúan estas ratas que más habitualmente de lo deseado abandonan sus cloacas para dibujar el lado más siniestro de los seres humanos. No es cuestión de llevarse las manos a la cabeza para luego cruzarse de brazos porque esta hazaña protagonizada por estos indeseables se repite en casi todos los clubes de fútbol y no vayan ustedes a pensar que el estadio Carranza se ha librado en alguna ocasión de actos de esta calaña. El excancerbero cadista tendrá que buscarse las habichuelas en otras latitudes porque un reducido, pero llamativo grupo de niñatos lo ha querido. Tampoco crean ustedes que son una especie difícil de localizar. No tienen ningún pudor en dejarse ver y están a la vuelta de la esquina. Solo hace falta darse una vuelta por cualquier barrio de cualquier ciudad para percatarse de su presencia. Basura que no hace nada de bien en todo el día y con una jornada que gira en torno a la droga, una litrona y el suficiente tiempo libre para pensar en cómo joder al vecino, al paisano y a quien se le ponga por delante. En su existencia solo hay lugar para acompañarse de un perro, lo más violento posible, y del engendro mecánico más ruidoso y hortera del mercado. Una generación violenta a la que habría que exterminar antes de que ellos acaben con el fútbol el día menos pensado.