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La cita

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El líder emergente y el que ha alcanzado, no sin esfuerzo, las más hondas simas de descrédito han quedado en verse, aunque no se pueden ver. La cosa corre prisa, dado que la situación política no admite espera por la gravedad de nuestra economía. El enfermo está tan mal que se teme un fatal desenlace, pero eso no es lo más temible: lo peor es que los deudos no se pongan de acuerdo para asistir al entierro. En vista de eso, Zapatero y Rajoy han adelantado su encuentro y volverán a hablar, aunque de nuevo no se entiendan, antes del 9 de diciembre.

Cuando dos amigos se encuentran en Chile, después de algún tiempo, siempre hay alguno de los dos que le propone al otro; «¿cuándo nos conversamos una botella?». La cordialidad se ha refugiado en la buena gente del pueblo, del mismo modo que la cólera se ha guarecido en las revistas de arqueología. ¿Por qué pueden brindar estos dos señores sin que se les rompan las copas? Ya se han reunido discretamente en una ocasión anterior, pero no nos consta que ninguno escuchara al otro ni llevase la voz cantante. A ver si hay más suerte la próxima vez. Nuestra democracia nos permite participar en todo, pero a condición de no ser partícipes de nada.

El presidente en funciones y el electo van a hablar de la compleja situación económica, o sea, de lo que hablamos todos a todas horas. ¿Por qué iban a ser ellos una excepción? Tenemos una cierta curiosidad, aunque es muy probable que no digan nada nuevo. ¿Qué asuntos de los que corren más prisa que los llamados «urgentes» se van a debatir? «El vino alegra el corazón del hombre», se dice en la Biblia, pero ninguno parece muy partidario.

Es improbable que el mutuo mal trago lo hagan más soportable conversándose una botella. No son amigos, pero son españoles y en nuestra afligida tierra se suele decir eso de «a los enemigos ni agua». Ni siquiera agua tónica con la divina proporción de ginebra.