crítica 'freek fest'

Reunión de amigos

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Entrar en el ‘Freek Fest 3’ era como entrar en la casa de un grupo de amigos con los mismos gustos musicales que bailan en el patio una tarde de verano sin nada que hacer. Sin embargo, estaba en la Sala Milwaukee, en El Puerto de Santa María, un local reservado hasta bien entrada la madrugada para uno de los festivales más particulares de la Bahía.

La sensación de familiaridad se justificaba desde el principio con la invitación a un arroz – sin sal, pero con cariño – que preparó Mou Little Cobra para todos los que se acercaron desde primera hora de la tarde. Ya a las cinco, el ‘dj’ Antuan empezó a caldear el ambiente con su particular mezcla de funky, soul, r&b y hasta un casi paródico ‘Achilipú’ que fue bailado por todos.

El calor veraniego de la jornada, particularmente intenso en esas horas, causó algún problema técnico con los tocadiscos con los que el siguiente ‘dj’, Toni Love, tuvo que lidiar, además de extenuar a los asistentes, pero no fue problema para seguir moviéndose al ritmo de los grandes clásicos de la música de los 50 y 60. El tinto de verano y la cerveza fueron los mejores remedios para combatir el bochorno, evidenciado en la cara colorada del camarero por exceso de trabajo.

Muy apropiadamente – por el nombre – los portuenses Fino Winos abrieron el ciclo de conciertos con su particular deconstrucción del blues acelerada, contundente y libre de bajo, formado por José Delgado –guitarra y voz– y Fernando Cañas –batería– que puso el listón altísimo para los demás grupos. Más de algún integrante se quedaría pensando cómo superar una fórmula que, a través de sus temas más emblemáticos como ‘Psycho Mother Blues’ o ‘Honky Bitch’ y de un ‘El Puerto Can’t Be Heaven’ presentado en directo, demostraba que todavía quedan sonidos por explorar con los instrumentos más básicos del rock ‘n’ roll.

Afortunadamente, el dúo Jesus Racer Rock ‘N’ Roll Trio no quiso perder en esta guerra y volvió a los escenarios con ecos de Lou Reed, Little Richard –cuya imagen figuraba simbólicamente en la guitarra de Jesús Muerte–, el punk ‘garage’ de sus queridos Dead Moon o incluso Jesus And Mary Chain al menos al ver la costumbre de Juanillo Basura de tocar la batería de pie. Otro conjunto nuclear que nos dejó la sensación de que la noche estaba lejos de acabarse.

Y estaba lejos de acabarse, efectivamente, porque el grupo luso de Nick Nicotine también reaccionó ante la dosis de adrenalina y sacó el lado más cañero de su amplio repertorio. Fue, sin duda, el concierto más variado y los portugueses demostraron que se podían atrever con todo sin perder ante nadie. Nick cambiaba frecuentemente de teclado a guitarra toda vez que el pulso del concierto se iba acelerando hasta que todos los miembros–menos el bajista– se quitaron la camiseta después de que el exaltado líder exclamara: «yo no me acuerdo de ningún festival mejor que éste. Solo me falta la piscina».

Y, al final, llegó el turno de Las Aspiradoras, la banda más ‘garage’ del cartel, con su aspecto ‘retro’, que, como reza el título de su primer LP – ‘¡¡¡Ni rastro de polvo!!!’ – limpió el suelo del Milwaukee a base de arrastrarse por él debido a su frenética forma de tocar. Quizás también fue la banda más democrática de todas: el público extasiado también saltó al escenario y cantó, bailó y tocó la pandereta con ellos. O quizás era simplemente la confirmación de que estaba ante la reunión de un grupo de amigos.