los lugares marcados

Japón soñado

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Ocurre a veces que la tragedia, de repente, hace la imagen ideal que uno se ha forjado de ciertos lugares (una ciudad, un mar, una celebración) se evapore, y que se vean sustituidas por las estampas de la destrucción. Siempre he deseado ir a Japón. Es uno de esos sueños que se te anclan en el espíritu y que te persiguen año tras año. No se sabe por qué ese sueño y no otro, quizá más accesible, o incluso más lógico. Es el sueño inexplicable, el deseo sin más.

De la ciudad de Sendai, atesoraba la imagen del Festival de Tanabata, de los bambúes donde se cuelgan papelitos con deseos y peticiones. ‘La tiras de papel de cinco colores / ya las he escrito. / Las estrellas brillan, / nos miran desde el cielo’ cantan durante la fiesta nocturna los habitantes antes felices de la región de Miyagi. De Kesennuma guardaba el puerto iluminado en la noche, los barcos de pesca recortándose contra una montaña de intensos verdes, los restaurantes famosos de sushi y sashimi.

Pero desde el día 11 de marzo (y la fecha vuelve a ser fatídica) la región de Miyagi, sus ciudades y puertos, estarán para siempre unidas a las escenas del terremoto. Barcos varados en medio de la tierra. Incendios. Personas asustadas, desesperadas, heridas. Escombros. Grietas. Astillas. La ola negra que arrastra automóviles y puentes. Todo Japón, su delicadeza y también su proverbial estoicismo, y su progreso y su modernidad, se nos difuminan hoy. El seísmo monstruoso, capricho o empeño inexplicable de la Tierra, nos ha puesto ante los ojos la muestra de nuestra insignificancia y nuestro desvalimiento. Pero también en esta circunstancia quiero pensar en Japón como en un sueño anhelado. Como en la Fiesta de Tanabata, escribo en un papel mi deseo de que Japón se recupere.