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Necesitan mejorar

Si el desapego de la violencia es sincero, los portavoces de Sortu deberían ir pensando ya en condenar los 800 asesinatos de ETA

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El rechazo de la violencia por parte de la trama política que desde la recuperación de las libertades en España no ha hecho otra cosa que apoyarla, fomentarla y justificarla, es un triunfo de los demócratas y una derrota de los violentos. Desde luego que ninguno de los portavoces de Sortu, de soltera Herri Batasuna, hubiera dicho que rechaza sin ambages la violencia, que se exigirá el rechazo a la violencia a los militantes del nuevo partido y que estos serán expulsados si la apoyarán, de seguir pensando que era cuestión de apilar cadáveres hasta conseguir la derrota del estado. El declive de la banda terrorista, que empezó después del golpe policial de Bidart, el 29 de Marzo de 1992, llega ahora a un nuevo e inédito episodio: la trama civil de la banda rechaza la violencia. Este rechazo del terror futuro, que ojalá no tenga que ser expresado porque no haya nuevos crímenes, debería ir acompañado en un cuanto antes por la condena de los crímenes realmente existentes: los casi 800 cometidos desde hace más de cuarenta años. Si el proceso de desapego de la violencia terrorista es sincero, los portavoces de Sortu deberían ir pensado ya la forma de condenar los atentados que provocaron 800 asesinatos, más de 3.000 heridos, 68 secuestros; deberían condenar los crímenes, la extorsión, la sangre y el dolor provocado por su violencia durante lustros. Mientras tanto, el Estado democrático debe felicitarse por este nuevo triunfo, mérito de todos aquellos que hemos hecho algo para acabar con el terror. No se entiende, en este contexto, que haya gente a la que parece molestarle que los violentos dejen de serlo.

La novedad de lo dicho por Sortu no puede esconder la vigencia de la banda terrorista. Golpeada como nunca por la policía y castigada, más que nunca, con la indiferencia por la mayoría de los vascos, la banda aún no ha dicho lo que todos queremos oír: que lo deja, que abandona el terror para siempre, sin vuelta atrás. Una demostración irrefutable de que las nuevas palabras de Sortu son sinceras, sería que la banda anunciara su final. Ahora son los jueces los que deben decidir si los estatutos del nuevo partido, ajustados milimétricamente a las exigencias planteadas por los demócratas, merecen o no la legalización. Pueden los jueces posponer su decisión a las elecciones de mayo y, si así fuera, los violentos darían otra prueba de veracidad si no vuelven a las andadas a pesar de no poder presentarse.

No se trata de que los violentos se vayan a hacer demócratas de golpe, pero de la misma forma que a los franquistas se les exigía acatar la Constitución, aunque en su fuero interno no la aceptarán, a los defensores de esa otra dictadura que ha sido Eta, debe exigirles que acaten el sistema de libertades, que acepten las normas de la democracia y que condenen los asesinatos pasados y no promuevan muertes futuras.