Mirambell afronta la prueba celebrada en Saint Moritz. :: EFE
LA PRÓRROGA

Un decatleta en los Juegos de Invierno

Cuatro años después de iniciarse en el skeleton, Mirambell representará a España en Vancouver

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Un buen día, en 2005, Ander Mirambell decidió dar un giro a su vida deportiva. Hasta entonces, y tras haber jugado a fútbol en las categorías inferiores del Espanyol, se había reconvertido en un decatleta de nivel, dentro de uno de los mejores equipos catalanes, el Integra2. Pero tras participar en el campeonato de España de atletismo, donde fue sexto, se cruzaron en su camino un italiano que le puso en contacto con los deportes de hielo y que le hicieron ver sus posibilidades en especialidades tan desconocidas como el bobsleigh, luge o skeleton.

A finales de aquel año, Mirambell apenas conocía los entresijos de esos deportes. Pero al catalán se le pueden aplicar todos los tópicos existentes sobre motivación, perseverancia y esperanza. Desde aquel invierno, sólo había un sueño en su mente, ser olímpico en skeleton. El pasado fin de semana, en la localidad suiza de Saint Moritz, apenas cuatro años y pico después, en su rostro se dibujó una sonrisa. Lo había conseguido. Será el primer español en representar a su país en unos Juegos de invierno en una especialidad tan desconocida como la que practica.

«Aun no he acabado de asimilarlo. Ha pasado todo muy rápido y no he tenido tiempo para descansar, porque todavía me queda este fin de semana el Campeonato de Europa. Cuando llegue a casa y me pueda sentar y reflexionar, lo saborearé el doble», reconoció el extrovertido piloto catalán tras culminar la persecución de su sueño.

Lo cierto es que su trayectoria en estos cuatro años de formación expréss parece más sacada de la ficción que de la realidad. Después de que despertaran su curiosidad y le hicieran ver que un decatleta podía adaptarse al bobsleigh y al skeleton, Mirambell comenzó su trabajo de investigación, y se decantó por esta última especialidad -boca abajo sobre un trineo- «porque era más barato y tiene menor porcentaje de accidentes». Tras ponerse en contacto con la Federación catalana, que apenas le prestó un mono de esquí de fondo, cogió sus ahorros y su Ford Fiesta y tras mil penalidades, llegó a la escuela de pilotaje de Igls (Austria) en compañía de su amigo Alberto Castillo. Y allí comenzó el espectáculo de unos deportistas sin recursos, que tuvieron que echar de ingenio para confeccionar su equipación y que provocó las carcajadas tanto de los jueces instructores como del resto de participantes en el curso.

«¿Y el bolsillo?», le preguntó un juez. «¿Es para meter el Red Bull y que os salgan alas?». Mirambell se presentó con unas zapatillas de atletismo a las que puso un rallador de queso y papel de lija. Unos pilotos se las pidieron para rallar el parmesano y los brasileños para hacer caipiriñas. No pasó inadvertido.

Pero allí llegó su primera recompensa, a la vez que el inicio de un largo camino lleno de obstáculos. Fue nombrado mejor novato de la promoción y se quedó a unas décimas de los pilotos brasileños que lograron la clasificación para los Juegos de Turín 2006. Así que lejos de desanimarse, Ander decidió dar el salto definitivo y profesionalizarse.

Primer accidente

El deportista pronto descubrió la peligrosidad de este deporte en el que se superan hasta los 130 kilómetros por hora. En Innsbruck se rompió un dedo circulando a esa velocidad. Estaba haciendo un gran tiempo y los brasileños le estaban aplaudiendo a rabiar así que levantó el dedo en señal de victoria y se produjo el accidente. En la ambulancia firmó su primer autógrafo.

Ante la falta de recursos, Mirambell echa mano del ingenio. Destina la mayor parte del presupuesto a pagar bajadas en los circuitos. Reconoce que los entrenamientos y simulaciones de trabajos que hace son surrealistas. Tiene una tabla de madera con patines en línea para hacer unos ejercicios y también se le puede ver en la playa tirándose para simular la salida. Asimismo, el palacio del hielo de Barcelona también le sirve de escenario para practicar sus salidas. Y como corresponde a los países sin tradición en este tipo de deportes, Mirambell también se ve obligado a compartir entrenador, el suizo Ueli Geissbühler, que no cobra de la Federación Española.

El catalán apenas ha tenido tiempo de celebrar su clasificación olímpica. Tras la prueba del fin de semana, se trasladó a Zurich para reparar su trineo de cara al Europeo. Una vez superada esta competición, el barcelonés podrá centrarse en disfrutar del sueño olímpico. Vancouver le espera. Como deseaba, celebrará su 27 cumpleaños en los Juegos.