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TRAGEDIA EN HAITÍ

PEDRO ROMERO Actualizado: Guardar
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El mundo entero ha quedado conmovido por la tragedia que se ha cebado con la antigua isla española de Haití. La ha destruido en casi su totalidad, con el resultado de miles de muertos que aún permanecen tirados en las calles y atrapados bajo los escombros. La isla más pobre y miserable del tentado y paradisíaco Caribe se desangra lentamente ante los ojos atónitos de millones de personas que, impotentes, sólo podemos rezar.

Como un castigo bíblico desde su fundación, Haití está olvidada y condenada por los dioses a la miseria más cruel e indigna que le imposibilita progresar y ser libre en el siglo XXI. Y ocurre a pesar de que fue el primer país que los esclavizados abolieran por decisión propia los grilletes y las cadenas que españoles, franceses y americanos colocaran sobre sus débiles cuerpos, engendrado odios y lo más bajo de la civilización occidental.

Por Historia, cultura y sentimiento, Cádiz, que tanta relevancia tuvo en su descubrimiento y en su devenir, debería ser generoso con el hermoso país antillano y, a pesar de la aguda crisis que nos vigila inflexible y del alto número de parados sin apenas comer, debe acudir a la llamada de solidaridad por humanismo y coherencia. Con un pequeño esfuerzo de todos, los antillanos saldrán adelante.

Es inadmisible e intolerable que existan países tremendamente pobres y miserables abandonados y olvidados por todos, mientras que el mundo opulento y desarrollado despilfarra sus energías y sus dineros en fabricar guerras y catástrofes en nombre de un nuevo orden y de una globalización engañosa perfectamente orquestada por las grandes potencias que, peligrosamente, juegan con la bola del mundo. ¡Pobre Haití!