Sociedad

«Los escritores tenemos un tiempo como los futbolistas, y mi temporada ya pasó»

El autor de 'El misterio de la cripta embrujada' impartirá esta tarde una conferencia en Cádiz Eduardo Mendoza. Escritor

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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A principio de los años 70, Fernando Savater visitó Nueva York. Como cicerone lo acompañaba un joven traductor de la ONU con aspiraciones literarias, que le comentó durante un largo paseo su intención de escribir una novela que jugara en los límites del género, capaz de mezclar varias voces y formatos, hasta completar una especie de puzzle narrativo sin precedentes en España. Sería una novela realista, pero no sólo una novela realista. Sería una novela histórica y dramática, cruzada de romanticismo, intriga y humor. Un auténtico reto, en manos de un principiante sin padrinos ni currículum editorial. La novela de marras se llamó 'La verdad sobre el caso Savolta' y revolucionó el panorama nacional. Su autor, Eduardo Mendoza (el mismo que luego se atrevió a dignificar la parodia y a reinventar la novela costumbrista), visita hoy Cádiz en el marco de los encuentros del Centro Andaluz de las Letras. Será a las ocho, en la Biblioteca Provincial.

-Después de 'Tres vidas de santos', ¿qué le pide el cuerpo?

-Pues no lo sé, dejarme llevar... Ya estoy metido en otra aventura. El cuerpo me pide poco, la verdad... La que me pide es la cuenta corriente, que va adelgazando... Luego uno se pone a trabajar y termina por cogerle el gusto...

-¿Pero no le queda ninguna espinita clavada, ninguna asignatura pendiente?

-No. Yo ya me hice el Bachillerato un par de veces. De todas formas, uno siempre piensa que todavía puede escribir algo más, aunque no sé si algo mejor, porque hay un momento para todo en la vida y creo que mi temporada ya pasó. Pero vamos, que alguna buena cosa todavía haré...

-¿Y eso de que su temporada ya pasó? Suena un poco lapidario...

-No, qué va. Cada cosa tiene su edad, su tiempo. Los escritores son como los futbolistas. Ellos, entre los 18 y los veintitantos, están en plenitud de facultades; y nosotros, los escritores, entre los 40 y los 50. Luego viene otra etapa, que se suele llamar 'sabiduría' (ríe).

-Pero algo interesante todavía tendrá en el cajón...

-No, interesante, no... Tengo cosas que me pueden interesar a mí (ríe). Tengo cosas empezadas y no resueltas, quiero decir. Uno las guarda, y luego las recupera, y decide si definitivamente las tira a la papelera, si las recicla, o si la idea es buena, pero exige que se reescriba el texto.

-¿Se molesta, aunque sea de vez en cuando, en ver cuánto venden sus novelas?

-No me molesto, pero lo sé. Aunque no llamo cada día a la editorial para averiguarlo, como cobro los derechos de autor de las novelas, sigo su rendimiento, si se han traducido, cómo han funcionado en otros países... Sería muy insensato, o quizá demasiado sensato, si no me preocupara de esas cosas...

-¿De qué se siente más orgulloso?

-De haber llegado hasta aquí. De haber dejado atrás una obra... Bueno, no sé... Ya que entramos en este terreno, y con todos los matices, de haber escrito algunas novelas que creo que, en su momento, fueron útiles para la Literatura española. Modestamente, quiero pensar que aportaron algo...

-¿Necesita estar de buen humor para escribir algunas de esas novelas 'ligeras' que tan bien le han funcionado?

-No, no, nunca podría escribir en función de mi estado de ánimo. Soy tan variable... Ten en cuenta que un libro es fruto de un periodo de tiempo muy largo, a veces de años... Lo curioso es que ocurra lo contrario. O sea, que yo mismo percibo cómo voy cambiando de humor y, sin embargo, el libro transcurre por su propio cauce, siguiendo sus propias constantes. Supongo que en eso los escritores somos como los actores, que representan su papel cuando salen a escena. En mi caso, hago lo mismo cuando escribo: interpreto un papel que me he inventado para la ocasión.

Seriedad y parodia

-¿Sigue pensando que la novela agoniza como género? ¿Distingue más síntomas de su decadencia?

-No es que lo siga pensando, es que la novela murió, y puedo demostrarlo (ríe). Quiero decir que murió lo que entendíamos por novela cuando yo dije que agonizaba. La novela, ahora, es otra cosa. Dije que se estaba acabando una forma de novelar, y resultó ser verdad. Se acabó. Lo que no se acaba, obviamente, es la historia, que continúa y se va transmitiendo a través de vehículos distintos».

«La novela que ahora se escribe está estrechamente ligada a la realidad, o a la historia, o al periodismo... Salvo títulos muy marginales, mezclan realidad y ficción... No sólo ha cambiado la novela, es que también hemos cambiado nosotros, con nuestra televisión y nuestro internet, con nuestros medios y nuestros 'youtubes'. No se pueden escribir ahora las novelas que leían nuestros abuelos.

-¿Y cuál es la novela que murió?

-Una más descriptiva, más cerrada, más decimonónica... No digo que no tenga su encanto. Siempre podemos volver a ella, pero como algo anacrónico, como las pelucas de María Antonieta, que no quedan mal en los cuadros o en un baile de disfraces, pero que nadie se pondría para salir a la calle. Me atrevo a decir que el siglo XIX fue la gran época de la novela del siglo XIX (ríe), durante el XX se fue apagando y en el XXI murió.

-Volviendo al humor. ¿Qué posibilidades le ofrece ese tipo de escritura paródica, gamberra, que no encuentra en la literatura 'sería'?

-La novela seria, seria, no existe. Una cosa es reírse y otra cosa es la distancia, el humor, la ironía. Toda novela tiene como punto de partida cierta distancia. La novela ya se entiende como novela, no como un fragmento de realidad...

-¿Y eso pasa involuntariamente?

-Sí, involuntariamente. Si nos miramos todos los días al espejo no nos vemos cambiar, pero si vemos una fotografía nuestra de hace 20 años, apreciamos la evolución.

-¿Un proyecto por temporada?

-No tengo cerebro para dos novelas a la vez. Una, y con esfuerzo... Soy muy poco flexible. Por eso dejé definitivamente algunas prácticas periodísticas, porque las consideré incompatibles con la escritura literaria ¡Bastantes distracciones tengo ya!

-Una pregunta difícil, pero obligatoria: ¿Hay algún personaje al que tenga pensado regresar?

-Le tengo mucho cariño a mis personajes más desgraciados, aquéllos con los que he recorrido varios trayectos, a mis detectives y a mis extraterrestres. Son más infantiles y se les quiere, claro.

-¿Qué está leyendo ahora?

-No soy un gran lector, pero nunca dejo de leer... Leo despacito y con aprovechamiento. No podría ser profesor, tengo grandes lagunas... Estoy con cuatro o cinco libros a la vez, aunque eso no significa que los lea simultáneamente, porque me resultaría complicadísimo (ríe). Acabo de terminarme el último de Muñoz Molina, pero no me insistas porque muchas veces no me acuerdo ni de los títulos que me estoy leyendo...

-¿Usa e-book?

-No. Mira que pensé que me caería de regalo estas Navidades. Pero no, volvió a tocar jersey.

-¿De verdad no tiene ahora ningún gran proyecto literario entre manos?

-No (duda). La respuesta es... No.