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El padre y su ninfa

«Si no fuera mi hija, nos habríamos casado». Airean sus vergüenzas, se piropean... Fernando Sánchez Dragó y Ayanta son una extravagante pareja que lleva 40 años junta... y revuelta

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Si no fuera tu padre, ¿te caería bien Fernando Sánchez Dragó? - Bueno... Creo que sí, aunque probablemente me cargarían más ciertas cosas suyas, como ser siempre el centro de atención o su egocentrismo...

-¡Me asombras! ¡Si toda la vida has dicho que te querías casar conmigo! Y hablas de egocentrismo, cuando yo sólo sueño con estar calladito y escondido...

-Te gusta pasar inadvertido, pero no puedes evitar estar en el centro; os sucede a quienes tenéis un ego... De todos modos, casi todos los grandes creadores son egocéntricos. No pasa nada.

Quien haya repartido los papeles se ha equivocado. A Ayanta no le pega nada ser hija de un tipo que ha estado tres veces a punto de morir en un burdel asiático, que lleva siempre en el bolsillo un vigorizante sexual, que admite que dejan de gustarle las chicas cuando peinan canas, que una vez a la semana merienda galletas de cannabis, que cree que los gatos entienden todos los idiomas, excepto el latín, y que un día de estos fabricará su cuarto vástago con la que hoy es su tercera mujer, 38 años más joven que él.

Tampoco Fernando Sánchez Drago tiene la menor pinta de ser un abuelo de 73 años con dos nietos. Camiseta reivindicativa en el pecho y sonrisa socarrona en la cara, tierno y grosero en proporciones desproporcionadas, ocurrente de pensamiento, palabra, obra y transgresión; jeta hasta caer simpático, resultaría más creíble como el típico hijo atravesado. Y ella, Ayanta, 40 años, «más conservadora y juiciosa», daría mejor como su resignada madre, la que lo mataría varias veces al día si no fuera porque le da la vida...

-¿Qué sientes cuando tu padre se jacta, por ejemplo, de que en 2004 notó que su corazón enfermaba 'tras un fogoso polvo'?

-Aunque no lo dijera, ya supondría que fue por un fogoso polvo. De más pequeña, sí me avergonzaba cuando la gente me restregaba la última provocación de mi padre, pero ahora me da exactamente igual.

-Yo lo cuento, no me jacto de polvo fogoso... De hecho, digo que la fogosidad de aquel polvo fue porque tomé 'cialis'...

- A ti, Fernando, ¿no te da pudor que tu hija te vea comer galletas con cannabis?

-La primera vez que tomé un ácido, Ayanta tenía un año y ella misma notó que yo entraba en sintonía absoluta con su modo de ver las cosas. Volví a la infancia, a la inocencia. Te aseguro que nunca he establecido una comunicación tan intensa con mis hijos.

Aunque tiene tres, cada uno de una madre, Ayanta, la segunda y «la única que ha tomado el testigo del periodismo y la literatura», es la niña de sus ojos; de esos revoltosos ojos que la ven «guapísima, simpatiquísima, muy culta y buenísima persona». De hecho, «si no fuera mi hija, me enamoraría inmediatamente de ella», admite quien ha sido partidario de educar en «la naturalidad», sin reglas, castigos ni consejos.

-Y si Ayanta le hubiera dicho con 16 años que quería abortar, ¿qué habría hecho?

- No se lo habría prohibido, pero habría intentado convencerla de que no lo hiciera... Afortunadamente, nunca quiso abortar, pero el día que perdió la virginidad sí me lo contó. ¡Fíjate si en mi casa se respiraba naturalidad!

Otros lo llaman desmadre, pero el autor de 'La prueba del laberinto' considera que su método educativo ha sido tan eficaz como las «setenta pastillas», todas naturales, que se toma a diario. A otras pruebas se remite: «Ayanta no fuma porros ni bebe. Sus hermanos, sólo algún porrete. Y nos queremos. Y hemos vivido siempre juntos en la misma casa de Madrid hasta que ésta», al verse madre de dos retoños también de padres diferentes, se emancipó. «El patriarca de la familia», que así se reconoce Sánchez Dragó, lo entendió como «alta traición» y estuvo «un mes sin hablarle» por haberse mudado al austero chalé añil intenso en el que ambos se roban esta mañana el turno de palabra.

-Cuando escribe, no se le puede hablar ni interrumpir, ni nada. ¡De cría me daba pánico entrar en su habitación si no era urgentísimo!

-¡Pero si yo nunca tengo mal humor...!

-Hay dos momentos en que sí tienes mal humor: en la época de Hacienda y al escribir.

-¡Pero si me troncho con las gilipolleces de Hacienda! Mira, mi primer recuerdo de esta criatura es cuando venía a mi habitación con el saco de dormir porque le encantaba el ruido de la máquina de escribir: pam, pam, pam.

-Sí, y me quedaba durmiendo calladita, sin decir ni mu. Era una presencia silenciosa...

«No me gustan las señoras»

Nacida en Roma y huérfana de madre desde los nueve años, la actual directora artística del Teatro Lara no sólo acompañó a Sánchez Dragó en sus largas y frecuentes noches de idilio con las musas. Se convirtió en cómplice de sus constantes «devaneos sexuales y sentimentales». «Es el mayor error que he cometido con mis hijos. Si me echaba novia y nos íbamos a recorrer mundo, me llevaba también a Ayanta. Pero cuando esa historia se rompía, ella se frustraba porque veía que el aprecio que le mostraban esas chicas no era auténtico».

-Y también por los tremendos líos que se generaban con la mujer oficial, papá...

«Oficial», acertado matiz. Porque Dragó, que nació en plena Guerra Civil y no ha dejado de darla, se toma mucho más en serio la treintena de obras que ha escrito que los libros de familia. Reconoce «siete vidas conyugales» y no atribuye la sucesión al desgaste del amor, sino de la amada en cuestión:

-A mí lo que no me gusta son las señoras.

-Pero todas las chicas pasan a ser señoras...

-Sí... Y cuando eso ocurre, suele aparecer otra chica en la vida de Dragó.

Esperen a leer este párrafo antes de ponerle adjetivos al don Juan. Si por él fuera, no jubilaría a sus flores una vez marchitas y deshojadas. «Yo las tendría a todas, pero ellas no quieren. La única vez que convencí a dos mujeres para que nos fuéramos a vivir los tres, la experiencia duró dos horas».

-¿No te extraña que tu padre tenga tanto éxito con las jóvenes? Su actual esposa, Naoko, es cinco años menor que tú...

- No me extraña, porque el amor no se mide nunca por la edad. Va por otros cauces.

Y quien trazó 'El sendero de la mano izquierda' los conoce bien. De hecho, licenciado en Filología Románica y Lenguas Modernas, doctor en Letras y experto en italiano, no sólo ha sido profesor de español en universidades de Japón, Senegal o Kenia. En las mismas aulas ha impartido clases de seducción. «Siempre ligaba con alumnas. Naoko fue una», explica el que conquista dando la nota: «A todas las estudiantes guapas les ponía sobresaliente». Los hombres, al menos, tenían el aprobado asegurado. «No suspendía a nadie salvo que hubiera cupos», aclara ahora que ha dejado los encerados para irse por las ramas: «Me siento como un tigre en la horquilla del árbol: si pasa la gacela, te abalanzas...».

Ministro de Cultura

-¿Y para ti, Fernando, no pasa el tiempo?

-Es cierto que mi rendimiento sexual ha decrecido y por eso llevo en el bolsillo 'cialis'. También se me caen más las cosas, pero vengo de un chequeo y tengo todo bien. Ser viejo es albergar más recuerdos que proyectos y yo cada noche elaboro más proyectos de los que podría realizar con veinte años.

Recién publicado 'Soseki: Inmortal y tigre', dedicado a su difunto gato, ha retomado unas memorias que amenazan con ocupar más que la enciclopedia universal. Lleva 180 páginas y no ha contado más que hasta los seis años. Le quedan sus diecisiete meses de prisión y siete años de exilio por oponerse a Franco, su papel de director del Colegio de España en París, sus andanzas por ochenta países como corresponsal...

El «escritor errante y viajero» ha pasado las Navidades en la isla de Juan Fernández, Chile. Y todos los años dedica un mes a descubrir mundo con su mujer, sus tres hijos y sus dos nietos, de 17 y 10 años.

-¿No discuten conviviendo juntos?

-Casi nunca estamos en desacuerdo. Hombre, a lo mejor en política disentiríamos...

-¿Sánchez Dragó ya no cree que Esperanza Aguirre será la primera presidenta del Gobierno español?

-No. No se echó para adelante en el congreso de Valencia, cuando muchos se lo aconsejamos, pero debería refundar el centro derecha junto con Rajoy, María San Gil, Montserrat Nebreda y Zaplana. Rato, presidente, y dos vicepresidencias: Esperanza y Rosa Díez.

-Y tú, de ministro de Cultura...

-¡Líbreme Dios! Me han tirado los tejos tres veces para que lo sea y siempre digo lo mismo: acepto, pero iré al Ministerio con vaqueros y allí me tomaré un porro, trabajaré ocho horas y me llevaré 'Las Meninas' a casa.

Con 73 años, tres baypass y dos cojones. Así va por la vida Fernández Sánchez Dragó, retirado a Castilfrío, el pueblo soriano del que es hijo adoptivo y en el que adopta gatos. «Son listísimos. Tienen el cerebro más desarrollado de la escala animal, pero hay tres conceptos que no entienden: mando, sumisión y disciplina. Vamos, que yo soy un gato...».

Y un perro viejo. Con alma de «chaval de veinte años», eso sí.