Sociedad

2010, el año de Carmen Thyssen

Sus amenazas de llevarse las obras fuera del país han causado más de un quebradero en el Ministerio de Cultura La baronesa deberá acordar con el Estado las condiciones del alquiler de su colección

MADRID. Actualizado: Guardar
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El año que apenas acaba de asomar la cabeza será decisivo para el futuro de una de las colecciones privadas más importantes de nuestro país. En febrero de 2011 vence la cesión gratuita que hizo Carmen Thyssen al Estado por once años y, por tanto, el Ministerio de Cultura apenas tiene unos meses para cerrar una negociación por la que han pasado ya seis ministros. Ahora es Ángeles González-Sinde quien tiene la pelota sobre su tejado: al escaso tiempo de maniobra se suma una complicación añadida. Hace ya unos años que la baronesa decidió no vender su colección, sino que piensa en fórmulas alternativas, como el alquiler por 25 ó 30 años. Ella alega como causa del cambio de opinión que quiere dejarla en herencia a sus tres hijos. Las negociaciones se hallan en manos de los abogados de ambas partes. Por el lado de la baronesa, Jaime Rotondo y el bufete Garrigues. Por parte gubernamental, otro bufete con solera: Uría Menéndez. En juego está mucho dinero. El valor del seguro de la colección oscila entre 600 y 800 millones de euros.

Todo comenzó en 1996, cuando Carmen Thyssen puso de largo su colección con una exposición de 90 de las más de 400 obras que la integraban entonces. Después viajaría a China y desde entonces se ha paseado por medio mundo. Ya entonces vimos sus puntos fuertes: la pintura internacional del XIX, especialmente impresionismo, postimpresionismo y expresionismo, así como una atención muy destacada a la pintura española.

Aunque es difícil resaltar algunas joyas entre tanto quilate, ahí está el 'Mata Mua', de Gauguin, una debilidad confesable de la baronesa, así como cuatro excepcionales mármoles de Rodin, que el abuelo del barón encargó al escultor entre 1905 y 1912 y que habitualmente están en el vestíbulo del museo. Tienen para ella un enorme valor sentimental. Pero la lista es interminable: Goya, Picasso, Monet, Van Gogh, Gris, Corot, Constable, Renoir, Sisley, Toulouse-Lautrec, Degas, Friedrich... Tres años más tarde, en junio de 1999, el entonces ministro de Cultura, Mariano Rajoy, y la baronesa firmaban un protocolo de intenciones para la cesión de la colección Carmen Thyssen, que se rubricaría definitivamente en noviembre de ese mismo año. Rajoy no escatimaba elogios «por la colosal importancia de este préstamo».

El plazo de la cesión, que en principio era de diez años pasó a once. «Me siento muy española y si puedo ayudar culturalmente a España lo haré», confesaba entonces la coleccionista. Aunque eran unas 800 obras, sólo la mitad colgarían en el museo, uniéndose a las 800 de la colección del barón. De esas 1.200 obras, casi un millar pueden admirarse hoy en la pinacoteca.

El siguiente paso fue la compra de dos edificios colindantes con el museo (los números 19 y 21 de la calle Marqués de Cubas) para la ampliación del palacio de Villahermosa. El principal motivo: la incorporación de la colección de la baronesa. Pero esta mejora sufrió un serio revés: ya enviados los proyectos de los arquitectos, se declaró desierto el concurso de ideas porque la decisión 'in extremis' de exponer juntas las dos colecciones Thyssen «alteraba sustancialmente los criterios museográficos empleados hasta el momento». Curiosamente, las dos colecciones han estado diez años expuestas de forma separada. De ahí que llame la atención que, justo un año antes de que venza la cesión de la colección de la baronesa, se vayan a exhibir conjuntamente. Está previsto que así sea a partir de febrero. Hay quien ve detrás de esta decisión una manera de presionar en la negociación.

Finalmente, el museo gana más de 8.000 metros cuadrados y se invierten 38 millones de euros. Pero pronto surgen voces que se preguntan por qué se hizo esa ampliación cuando aún no era de España la colección Carmen Thyssen. ¿Por qué empezar la casa por el tejado?

'No a la tala'

Después llegaría un asunto que enturbiaría aún más la negociación. El plan del eje viario Prado-Recoletos, abanderado por Gallardón, despertó el lado más ecologista de la baronesa y, bajo el lema 'No a la tala' (con encadenado al árbol incluido), amenazó no sólo con llevarse su colección del museo si se cortaba algún ejemplar y no se ampliaba sustancialmente la acera, sino con hacer todo lo posible por buscar algún recoveco en el acuerdo de 1993 (por el que se compró la colección del barón por 350 millones de dólares) que hiciese posible su traslado.

Dos años más tarde decía: «He parado todas las conversaciones sobre la venta de mi colección, no quiero negociar». Aquello se entendió como un chantaje, pero ella seguía en sus trece: «Me siento muy triste por mi marido y por haber traído aquí su colección. Si llego a saber lo que va a ocurrir no la traigo a España». Las amenazas de llevarse la colección, amén de la ceremonia de la confusión motivada por el «hoy vendo, mañana alquilo, pasado mañana ya veremos» ha vuelto loco a más de un ministro de Cultura. Carmen Calvo quiso llevarse el gato al agua y ponerse otra medalla, como la del Museo Picasso de Málaga, pero ni siquiera su persuasión y zalamería surtieron efecto.

Aún hoy quedan muchos flecos por perfilar y muchas incógnitas por despejar. ¿Aceptará Cultura la fórmula del alquiler? El Ministerio no ha dicho aún ni 'mu' al respecto. La baronesa, de momento, sólo está abierta a la venta de la pintura antigua. Y avisa a navegantes: «A un Ministerio de Cultura inteligente no le interesaría romper la colección». En caso de que se pacte un alquiler, ¿será con derecho a compra? En plena crisis, y con los presupuestos de Cultura tiritando, ¿habrá dinero suficiente? Parte de su colección la repartirá entre Málaga, Barcelona y Sant Feliu de Guíxols. Sevilla finalmente se quedó compuesta y sin colección Thyssen. Pero la baronesa sigue disparando con bala: «Mi colección tiene pretendientes fuera de España. Si tres meses antes de que venza la cesión no hay acuerdo, habrá que embalar las obras».

En unos meses, la solución, si el mundo del cine y los internautas dejan de darle quebraderos a Sinde para dedicarle unos minutos al arte, que también tiene el sector calentito, con ARCO a las puertas y rebelión a bordo.