TV

María Antonia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Se ha extendido un conmovedor interés por la salud de María Antonia Iglesias, la veterana periodista que ocupa parte de la banda izquierda en el autodenominado 'debate político' de 'La Noria', en Telecinco. A Iglesias le dio un patatús cardiaco y los médicos le han dicho que, de momento, no se meta en política. Bueno: a todos nos puede pasar algo así. Pero es llamativo que en torno al suceso Telecinco haya construido una especie de nuevos pactos de La Moncloa, o sea los pactos de María Antonia, donde coinciden izquierdas y derechas para expresar sus calurosos votos a la periodista por encima de diferencias ideológicas. El propio planteamiento de la cuestión ya es sorprendente: ¿De verdad creen en 'La Noria' que las diferencias ideológicas en España iban a ser tan hondas como para que alguien deseara el mal al prójimo? Pues seguramente sí, lo creen, y por eso hacen noticia de la convergencia de izquierdas y derechas en torno a María Antonia, nuevo eje del consenso. Es que, oiga, nos lo están vendiendo como si 'La Noria' fuera el ombligo de la política nacional. Pero si el debate de 'La Noria' representa algo, no es más que la reducción de la discusión pública a descalificación y exabrupto, a eslogan y a maniqueísmo; una España en blanco y negro, intelectualmente roma y burda, donde las palabras valen más por lo que suenan -o sea, por el ruido- que por lo que dicen. Yo deseo que María Antonia Iglesias se recupere de sus dolencias, faltaría más. Que salga del bache con un corazón de hierro y que viva muchos años en pleno vigor, claro que sí. Pero, evidentemente, no por eso voy a pensar que el debate político avanzará grandes pasos hacia una vida pública más ilustrada cuando nuestra amiga se recupere. La realidad es que el llamado 'debate' de 'La Noria', con su caricatura de las dos Españas, es un perfecto ejemplo de nuestra inveterada incapacidad para mantener discusiones racionales sobre asuntos de interés general. Una incapacidad que la televisión no ha combatido, sino que ha estimulado. Y así nos va.