Tribuna

Intransigente ideología del indolente

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las diferencias ideológicas de fondo son de tal naturaleza que el presidente del Gobierno descarta acuerdo posible en materia económica. Los motivos aducidos son de carácter económico y afectan a las raíces conceptuales del sistema. Es decir, la vuelta al tradicional enfrentamiento dialéctico entre el modelo socialista que se basa en la intervención del Estado, frente a las antípodas de éste, representado por el modelo liberal que defiende la autorregulación del mercado y la iniciativa privada. Éste último no supone ni mucho menos la inexistencia del Estado. Todo lo contrario, presume la existencia de un Estado fuerte, cuya dimensión debe ser la justa y necesaria, garante del orden público a través de una justicia constituida como el auténtico tercer poder del Estado, que funciona sobre la base de la absoluta independencia de los miembros que lo integran y el sometimiento de los demás poderes del Estado al cumplimiento de la Ley.

El presidente del gobierno no ve posible el entendimiento con la única fuerza política con posibilidades de gobernar. En realidad ZP, ni lo ve posible, ni tiene ningún interés en un previsible entendimiento. Todo apunta al gran desaguisado en lo económico, a la absoluta ruina del país y a la postergación en el tiempo de la situación más que calamitosa que ya padecemos y que, visto lo visto, se prolongará. Sí la etapa anterior socialista quedó marcada para muchos por dos hitos, la de los crímenes de Estado y la corrupción generalizada, la que ahora nos ocupa será recordada por la ruptura de la convivencia democrática nacida en la transición y apoyada en la Constitución, a la vez que en la descomposición del Estado. Porque una persona que antepone su caduca y trasnochada ideología, al más elemental sentido común en beneficio de la colectividad, es que ha perdido definitivamente la poca cordura que le quedaba. En la anterior legislatura, el inefable Caldera, inventó el término liberalsocialismo. Todo producto del marketing del hoy relegado a presidir Ideas, pero nada más. Un producto híbrido, dos términos antitéticos, algo inconsistente, casi efervescente, como la política del gobierno que nos desgobierna. Tan es así, que se pliega a las directrices que marca quién dice tener en sus manos la paz social, como nueva fórmula de la soberanía popular, pero ahora representada por algo menos de dos millones de representados. Todo un esperpento producto de una ideología sin sentido. Ésta, de la que tanto se jacta y que tanto le condiciona, está basada o al menos lo estaba en 2004 en 149 puntos. Todo un Manifiesto ideológico. Pero no se sabe de dónde, cómo y para qué. ZP proponía un liberalismo sin libertad, o lo que es lo mismo, una economía libre sin libertad. Ahora se entiende por qué los asesores del presidente abogan por una economía dirigida y planificada. La respuesta es bien sencilla, la muerte del dogma comunista-colectivista resucitó en no pocos países el único sistema económico que ha permitido el desarrollo social de forma jamás impensable, el sistema capitalista a través de la economía de mercado. Y sin embargo, nuestro presidente sin querer verlo. Se escuda en el más absurdo todavía, se abraza en la ideología como dogma. En el fondo es un iluminado más, lo malo de todo ello, es que es el presidente del Gobierno de España. Es agnóstico y cree en la laicidad del Estado, pero representa el Iluminismo. No sabe que en el siglo XVIII un movimiento intelectual engendrado por la burguesía reivindicaba ya la luz de la razón, precisamente contra las justificaciones teológicas del poder absoluto y despótico de los reyes de entonces. Se aferra al dogmatismo ideológico como un fin, pretendiendo entre otras muchas cosas desplazar la religión, y lo que en el fondo viene a hacer es replicar casi con exactitud el esquema básico del dogma religioso. La clase media española quiere volver a vivir y no sobrevivir. No quiere estar expuesto al eventual subsidio, quiere trabajar y vivir en libertad. No pretende quedar subyugado por un Estado que alinea al hombre coartando su libertad, en cuanto que pretende dirigirlo, condicionarlo y planificarlo. Por ello me aterra pensar en las manifestaciones vertidas por el que fuera ex secretario general de Empleo en la anterior legislatura, ahora asesor económico del presidente y afiliado a la UGT para más señas, cuando dice que hay que cambiar concepciones y valores y nada de retoques, se necesitan cambios profundos en los que se sustituya una política de acompañamiento del mercado por otra que dirija el desarrollo económico. O sea, la vuelta al dogma social comunista, que ha sido desterrado por casi todos, por malévolo y dañino a la persona en particular y a la sociedad en general.

Ahora que el hecho planetario es una realidad desde principio de mes, Europa convertida en constelación de veintisiete estrellas, debe estar atemorizada con el viento estelar, que debe ser la representación gráfica de ZP en Europa. Espero que guarde sus ocurrencias para adentro y no las externalice en Bruselas y en sus innumerables cumbres que presidirá, dejando en ridículo al pueblo español, con esa sobredosis de intervencionismo estatal en lo económico. Porque debe saber, si no yo se lo recuerdo que la actual UE nace en 1957 como CEE, sobre la base de un Mercado Común, donde los sucesivos tratados firmados, asumen en su articulado las libertades (todas ellas de marcado carácter económico) comunitarias básicas, la antítesis de lo propugnado ahora por el presidente, maniatado por su ideología. Ideologías aparte, la realidad se impone y la memoria también, que no la histórica. Hace año y medio el Gobierno aseguraba que el Estado español se erigía en el mejor barco con el que navegar por las turbulentas aguas financieras internacionales. Así que sin contarse un pelo, elevará próximamente como Anteproyecto de Ley ese bodrio inservible de la economía sostenible. Todavía no se ha dado cuenta de que para lograr la sostenibilidad económica, hay que dotar al país de leyes que creen las condiciones necesarias para que los distintos mercados funcionen.