Iván Zulueta, durante una de sus últimas entrevistas. :: ÍÑIGO IBÁÑEZ
Sociedad

Iván Zulueta, autor de la mítica 'Arrebato', fallece a los 66 años en San Sebastián

Sólo dirigió dos largometrajes en toda su carrera, pero uno de ellos le otorgó para siempre el estatus de director de culto

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Hoy el término 'de culto' está tan devaluado que se adjudica gratis a cualquier cineasta que se se desvía mínimamente de los caminos trillados o se estrella con su película pese a complacer a la crítica. Iván Zulueta podía enorgullecerse de ostentar en solitario el título de director de culto por excelencia del cine español. Sólo dirigió dos largometrajes en toda su vida. El segundo de ellos, 'Arrebato' (1980), figura como la cinta maldita más alabada de nuestro cine. Nadie la fue a ver en su estreno, pero acabó definiendo la modernidad.

Iván Zulueta falleció ayer en su ciudad natal, San Sebastián, a los 66 años. Ingresó hace dos días en el Hospital Donostia de la capital guipuzcoana con una dolencia en una pierna que arrastraba en los últimos tiempos. Su funeral tendrá lugar el 4 de enero en el barrio de El Antiguo. Sus restos serán incinerados y las cenizas se quedarán en la familia.

Sus dos películas y su faceta como diseñador gráfico, cartelista y fotógrafo son indisociables de los demonios personales que, espoleados por su adicción a las drogas, truncaron a uno de los realizadores más personales de su generación. Su condición de símbolo perfecto de una generación ebria de libertad en plena Transición, el síndrome de Peter Pan y el efecto devastador de la heroína explican los últimos treinta años de reclusión voluntaria de Zulueta en su casa de Miraconcha con privilegiadas vistas sobre la bahía donostiarra.

Problemas con las drogas

Se identificaba con los salmones que caen atrapados en charcos cuando remontan la corriente: «Cuando intento salvar un obstáculo vuelvo a caer en otro. Está el problema de la droga, sigo con la metadona, de la que estoy colgado, lo que es básico para mi vida, quiera o no. Maldita la gracia, porque no me sirve para nada, y sin ella sería el horror. Es una catástrofe, lo pensaría así aunque nunca me hubiera metido nada. Yo, por desgracia, estoy enganchado a la idea de que esto lo podría arreglar si me dejasen».

El DVD de 'Arrebato' todavía obliga a mirar en la carátula su fecha de producción: 1979. Sin ir tan lejos como el crítico Jesús Palacios, que la tiene por «la mejor película de la historia del cine español», sorprende el reto argumental y formal que supuso en su día un filme irrepetible que, lógicamente, se estrelló en taquilla. Pocas veces una película ha sabido reflejar el malsano poder de fascinación del propio cine, su naturaleza caníbal y vampírica. Un director (Eusebio Poncela) desciende a los infiernos en plena crisis personal y creativa. Le ayudan en su autodestrucción la heroína -como le sucederá años después a Zulueta- y un misterioso personaje obsesionado por filmarlo todo (Will Moore).

Borges, Bioy Casares, Robbe-Grillet, Peter Pan y Drácula se esconden en los pliegues de esta fascinante deconstrucción de los mitos y géneros del cine de terror. Poco después vendría la postmodernidad de Almodóvar, pero 'Arrebato' fue pionera en muchas cosas. En mezclar imagen televisiva con súper-8 y 35 mm; en asumir la sensibilidad pop; en mostrar relaciones homosexuales; en aceptar el caos como única salida a la imposibilidad de recuperar el pasado y vivir el presente.

« Quiera o no, todo está influido por 'Arrebato'», reconocía el director en 2005. «Desde su estreno han pasado veinticinco años hipotecados por medio. Me encanta porque en su momento pasó sin pena ni gloria. Yo no la rodé como una obra minoritaria ni para acabar un ciclo, porque después hice dos producciones para televisión con la intención de dejar claro que yo seguía trabajando, bien o mal, pero nadie se acuerda. ».

Iván Zulueta nació como como Juan Ricardo Miguel Zulueta Vergarajauregui en 1943. El responsable del registro se negó a inscribir al recién nacido como Iván «por ser un nombre ruso». Su padre, abogado e industrial, llegaría a ser director del Festival de San Sebastián; su madre era una pintora amateur.