Opinion

Objetivo alcanzado

Con unos polvos escondidos en los gayumbos de uno de sus feligreses, Al-Qaida ha provocado una avería faraónica

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Todavía está usted a tiempo: si por Reyes pensaba regalar a ese ser querido con gran afición a la lectura y muy viajero un lector de libros electrónicos (o 'e-reader'), para que se amenice las horas que pasa en el avión sin tener que cargar demasiado peso en la maleta, no lo haga. Porque es muy probable que el cacharro en cuestión resulte inservible para esa función, desde que el último guerrero suicida de Alá intentó una pifia en un aeroplano comercial y las compañías aéreas y los gobiernos, como fruto del usual ataque de histeria, se han apresurado a anunciar el incremento de las prohibiciones a sus pasajeros. Entre ellas, se nos dice, la de usar todo tipo de aparatos electrónicos (por ser susceptibles de ser empleados como detonadores a distancia), así como levantarse a hacer pipí en la última hora del vuelo, no vaya a ser que el viaje lo aprovechemos para otras cosas.

Habrá quien piense que Al-Qaida falló esta vez el golpe, gracias a la rápida intervención de ese ángel de la guarda holandés que abortó la maniobra autoinmolatoria del nigeriano seducido por el integrismo islámico para abandonar el lujo y la riqueza de que disfrutaba por familia. Pero conviene precisar: con ello Al-Qaida falló uno de los dos golpes simultáneos que intentaba con esta operación, el consistente en quitar de la circulación a doscientos y pico occidentales (con los daños colaterales de los pasajeros que no reunieran esa condición y que ya están asumidos por la empresa). Pero sí alcanzó el otro objetivo que pretendía, quizá el más importante: fastidiar para los restos a millones de personas, todas las que a partir de ahora tengan que tomar un avión y, de paso, trastornar a través de ellas todo lo posible la rutina y la actividad económica del enemigo.

No sólo acaba de asestar un golpe severo al negocio emergente de los 'e-readers'. Al impedir que en adelante los ejecutivos utilicen sus portátiles en el aire acaba de restarle a Occidente millones de 'horas-hombre' altamente productivas (o bueno, eso dicen ellos, los ejecutivos), que hasta ahora se invertían en crear 'know-how' y que ahora se consumirán abúlicamente viendo la película de turno o trasegando botellitas de whisky. En resumen, que con unos polvos escondidos en los gayumbos de uno de sus feligreses, Al-Qaida ha provocado una avería de proporciones faraónicas. Mayor eficiencia en la relación coste-beneficio (o coste-perjuicio, en este caso), imposible.

En fin, siempre quedará el recurso de leer en el formato tradicional, y preferiblemente libros gordos, que cunden más. Quizá los editores y libreros estén de enhorabuena. Eso sí, hasta que alguien descubra cómo utilizar un 'bestseller' para detonar o encender algo. Pero bueno, mejor no les demos ideas.