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«Estamos endeudados hasta las cejas»

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En Mazarrón (Murcia), Magdalena Méndez cultiva tres hectáreas (más o menos lo equivalente a tres campos de fútbol) de tomates salpicadas de pepino, judía verde y calabacín. Están protegidas todo el año con mallas y plásticos, técnica que ahorra hasta el 80% de pesticidas y fitosanitarios en una apuesta por la calidad del producto y la salud. Practica el llamado control integrado de la producción que introduce depredadores naturales que fagocitan los insectos dañinos.

Almería y Murcia son las principales productoras de tomate, pero no se libran del negro panorama. «La crisis se arrastra desde hace años. Uno o dos meses al año la producción es rentable. El resto, se vende por debajo del coste de producción». Magdalena se remonta a la subida del precio del petróleo que encareció fertilizantes, fitosanitarios, plásticos, luz y sistemas de riego, pero ahora que el crudo ha registrado ligeras bajadas, los agricultores no se benefician.

Ella resalta el «enorme» desfase entre lo que el productor vende y el consumidor paga en unos alimentos «de primera calidad» y lamenta que las administraciones no exijan esa misma calidad a los productos que llegan de terceros países. «Los españoles no podemos competir en igualdad de condiciones porque los costes de los productos importados son más baratos».

Por si eso no bastara, las cadenas de distribución empeoran más las cosas. «Cuando ponen en oferta determinadas frutas o verduras, no es que reduzcan márgenes de beneficio, sino que presionan a las productoras para que se lo vendamos más barato».

Cobran entre 25 y 30 céntimos por un kilo de tomate pintón, por el que el consumidor desembolsa más de un euro. «El coste real de producción es de 50 céntimos, perdemos 20 por kilo. «Estamos endeudados hasta las cejas porque hemos modernizado las instalaciones para nada».