COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Si yo fuera rico

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Ya lo sé. Tampoco este año la Lotería de Navidad se acordó de usted y de ese boquete que pensaba tapar cuando los niños de San Ildefonso cantaran su número. Era el día de la salud, decía, aunque últimamente también la salud se juega en un bombo en el que cada vez hay menos bolas. Bueno, otro año será. Si no se consuela usted mismo, nadie vendrá a consolarlo porque siempre habrá quien esté peor. Pero hubo una vez en que fue rico, aunque fuera de forma virtual -ya saben cómo me gusta la dicotomía virtual y real-. Una vez en la que, con el décimo en la mano y la ilusión en la almohada, pudo terminar su hipoteca, o convencer a su hijo de que los Reyes Magos sí existen. Una vez en la que pudo reunir a los suyos alrededor de una mesa y compensarles de tantas noches en blanco. Una vez en la que pudo dormir sin deudas y encender la estufa sin pensar en el recibo de la luz. Porque una vez fue usted rico. Y fue cierto, mientras duró. Fue tan real que mientras que tuvo el décimo entre sus manos usted, y yo, fuimos ricos. Porque la vida, como la historia, está hecha de pequeños momentos en los que las cosas sí son como parecen, aunque duren lo que la luz de la cerilla de aquella pequeña cerillera que tanta pena le daba cuando le contaban el cuento.

No es para deprimirse. Que no sólo de pan vive el hombre, dicen. Que de ilusión también se vive, dicen también. No debían de ser así las cosas. Tampoco Lorca está donde debía. Qué le vamos a hacer.

Feliz Navidad.