Editorial

Depravación a juicio

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La inequívoca condena que el Papa Benedicto XVI ha emitido a la luz del Informe Ryan sobre una práctica continuada de pederastia al amparo de la autoridad eclesiástica de Irlanda durante, cuanto menos, la mitad del siglo XX deberá atenerse a las conclusiones que se extraigan de los procedimientos judiciales en el país. Pero el mero reconocimiento de que tal depravación del poder que ejercían algunos sacerdotes se había convertido en una lacra «endémica» del «cuidado pastoral» de los menores describe un panorama espeluznante como para que sea zanjado con una admonición papal. Demasiados curas y jerarcas de la Iglesia católica han sido acusados y se han declarado confesos de abusos sexuales cometidos al amparo de su misión doctrinal, en Estados Unidos y en Irlanda, como para que la Curia Romana esté en condiciones de solventarlo con un reproche moral, por severo y necesario que sea éste. Lo importante es que la jerarquía eclesiástica se avenga a colaborar con los jueces y tribunales, y se atenga al veredicto final al que puedan llegar para resarcir moralmente a las víctimas de quienes emplearon la fe como subterfugio para dominar y violentar sexualmente a menores cuya formación cristiana les había sido encomendada.