Sociedad

Ubrique busca trabajo

Siete municipios gaditanos, encabezados por la localidad serrana, están entre los diez con la tasa de paro más alta de España

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Baztán es una deliciosa conserva casera, sin colorantes ni conservantes, elaborada con una receta impuesta por su orografía, que le ha convertido en el municipio con menos paro de España. Los turistas la probaron hace veinte años y, desde entonces, sus 7.982 vecinos los agasajan sin excesos de azúcar, obsesionados en mantener toda la esencia de este valle verde y brumoso donde ni una sola familia vive de las ayudas sociales. «Ni una sola». Palabra de alcaldesa, confirmada por la oposición. En su chocolatería más famosa, en el Ayuntamiento o en la destartalada droguería donde se venden fajas enormes de las de antes a 8 euros, la respuesta a la pregunta del millón es la misma: «Sabemos mantener el equilibrio».

Pero no es el del todo cierto. Casi les ha venido dado. Gentes de este paisaje de 15 aldeas diseminadas por 376 kilómetros cuadrados -es el más grande de Navarra y el más poblado de los Pirineos- han soñado y siguen haciéndolo con mecanizar esta deliciosa conserva, con forzar su crecimiento aunque sólo sea unos centímetros a golpe de chimeneas. Pero el endocrino, que en este caso se llama Confederación Hidrográfica del Ebro, jamás les ha extendido una receta satisfactoria. El valle, serpenteado de ríos, es potencialmente inundable y no se pueden levantar empresas de dimensiones rentables. Debe conformarse con su talla, inamovible desde hace siglos. Como retrata el concejal Lander Santamaría, «estamos condenados a la boina, la fajica y a que vengan los japoneses a hacernos fotos».

No les va mal. La mitad de los baztaneses trabaja en fábricas de las vecinas Pamplona y Lesaka, donde los expedientes de regulación aprietan pero las perspectivas son pasables. La comarca ha vuelto a respirar con la inversión recién anunciada por el gigante Arcelor Mittal, en pleno ERE, y un incremento del PIB del 0,5% en el último trimestre.

Casi las otra mitad ( 40%) de la población se ha subido al tractor del agroturismo y los servicios. En Azpilikueta se lo han tomado tan en serio que sus 120 saludables habitantes ofrecen 90 camas en sus caseríos de sillar rojizo. Tienen el pueblo tan limpio que ni hueles las 400 ovejas latxas de Juan José Irungarai, un tipo de cara ancha y juanetuda, con manos como mazos, abonado a los monosílabos en euskera. Forma parte de ese increíble 10% de baztaneses decididos a seguir comiendo de la tierra, la postal más idílica del valle.

La más sorprendente está en Elizondo. Pero no la busque en su saltarín río adornado con puentes medievales y casas señoriales levantadas por los indianos de ultramar. Camine hasta el cuartel de la Guardia Civil. Enfrente, están los centros escolares, y verá correr niños por todas partes.

Las mujeres del Baztán vuelven a tener varios hijos. Dos y hasta tres. También las llegadas de fuera, que forman parte del microscópico grupo inmigrante compuesto por 150 sudamericanos y 90 europeos del Este. Verónica Herrera es argentina, de Córdoba. Quizás su melena, una pizca más larga y oxigenada que las del resto de sus austeras vecinas, le delate. Poco más. «Acá tenemos de todo, y la gente es feliz. La tranquilidad es lo mejor. Las madres estamos contentas y tenemos varios hijos. Es fácil criarlos».

A ella le ayuda bastante el sueldo de su marido, un dentista también argentino, que probó suerte en este valle idílico donde han crecido sus tres críos. Juegan con otros 1.412 chavales de 0 a 18 años, que aprenden a gatear en un juego de espejos de la puestísima guardería municipal de 80 plazas, y juegan al fútbol en un lustroso campo de hierba. Pero es artificial, la espina de la sostenible y enérgica alcaldesa de la coalición nacionalista Nafarroa Bai, Virginia Alemán, encantada de comandar el pueblo con menos paro de España. El dato se lo adelantó V, y veinticuatro horas después se echó a la calle para tratar de demostrar, quizás averiguar, si una tasa de desempleo del 2,6% es sinónimo de felicidad o, al menos, de bienestar.

Lo segundo se puede comprobar en sus piscinas cubiertas con gimnasio y ¡yacuzzi! -40 euros el abono trimestral- o en el Audi aparcado en el jardincito de un ultramarinos ...junto a una cabra que mantiene el césped a raya. En Elizondo parece todo posible. Puedes degustar un chocolate como sólo lo saben hacer en la confitería Malkorra y cuatro escaparates atrás quitarte el michelín recién ganado con presoterapia en un centro de belleza con láser y faciales Gatineau. Atiende Elvira García, dependienta experimentada y observadora. «Me creo eso de que somos los que menos paro tenemos. La dueña repite que ella no se puede quejar. En este pueblo, demasiado tranquilo, no hemos notado la crisis».

78 comercios y servicios

Sus vecinas de la chocolatería afinan con un retrato más psicológico. «El baztanés es conformista y estable, sabe lo que tiene y no derrocha. Es callado y trata de buscar la medida de todo», perfila María José Alaña, una de las tres almas de la centenaria empresa de chocolates, también presidenta de los 78 comercios y servicios agrupados en la asociación Bertan. De lunes a viernes abren para los vecinos. Los sábados y domingos, para el turismo, «pero dosificando. El dinero es muy goloso y no podemos permitir que nos pase como en el Mediterráneo. No podemos crecer demasiado y perder la identidad de nuestro pueblo. La gente anda con miedo». Lo dice porque le ven las orejas al lobo en forma de superficie comercial. Tendrá 6.000 metros cuadrados y se abrirá en unos meses en Arraioz, otro de los coquetos enclaves del municipio.

Será la primera de Baztán, donde la burbuja inmobiliaria no ha pinchado porque no ha pasado de pompa de jabón. Ni bum ni plof. El Ayuntamiento tiene censadas 800 viviendas vacías, incluidos los antiguos refugios del pastoreo, y algún dato aproximado de las últimas operaciones. Si hace dos años pedían 35 millones de las antiguas pesetas por un piso de 80 metros cuadrados, la semana pasada se vendió uno por 24 millones.

Las chuletas están bastante más caras: a 16 euros el kilo. Pero Pedro Miguel Barrenetxe no saca ni la mitad por él, así que desde hace 20 años vive del agroturismo. Apenas mantiene unas pocas terneras para consumo familiar. Fue uno de los primeros de la comarca, animado por un visionario empleado de banca. Estrenó la guía rural de Navarra con su viejo caserío del barrio Apaioa. Sólo entonces fue consciente de «lo asqueroso que es el tiempo aquí. Pensé que era imposible recibir visitas».

Compartía página con un par de hospederías, algún bar y los teléfonos institucionales. Hoy figura junto a otras 35 casas rurales y 16 restaurantes, alimentados por talismanes como las cuevas de Zugarramurdi. Cuatro de estos alojamientos son de Barrenetxe, que atiende con su esposa. Igual estas navidades le compra una cartera de piel en la perfumería de la calle principal de Elizondo. Las que vende Elvira llevan, por una de esas coincidencias extrañas, el sello artesanal de Ubrique, el pueblo con las colas más largas en el Inem.