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Más gente que en la Guerra

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La nueva estrategia del pacifista Obama para solucionar lo de Afganistán, que no tiene solución bélica, es reclutar 40.000 soldados más. Habrá entre ellos granjeros acostumbrados a tutearse con la tierra, muchachos que extraviaron su camino, drogatas y patriotas de esos que nunca escucharon ninguna llamada vocacional, pero que siempre oyen a la perfección cuando la patria les llama.

Se repartirán, si bien muy desigualmente, las condecoraciones y los funerales. A las guerras siempre van algunos que no suelen regresar de ellas y no siempre porque les gustaran tanto que decidieran quedarse. Napoleón, que debía saber algo de eso, dijo que en todas las guerras siempre mueren los mismos. El presidente Obama, que es Premio Nobel de la Paz, ha decidido que hay que mandar a la guerra a más gente. No confía en que haya soluciones civiles, o sea, civilizadas. «Más soldados, más guerra», nos cuenta Mikel Ayestarán que así resumen la situación los periódicos afganos, que no se sabe cómo pueden guardar papel para sus periódicos. Quizá utilizando el que queda para tantas esquelas.

Se habla más de los soldados de fortuna que de los de infortunio, pero sigue haciendo falta carne de cañón, aunque ahora sea de misil. El arte de matar a distancia ha progresado mucho, quizá porque se han hecho variados experimentos con civiles. En ese martirizatoozito de este planeta conviven, mejor sería decir conmueren, más de 100.000 soldados. Unos 70.000 proceden de países que participan bajo la misión de la OTAN-ISAF. ¿Qué puede importar el color de la bandera, cuando al final se convierte en sudario? Los muertos destiñen. A Obama, que tenía el color de la esperanza, puede que le ocurra lo mismo en vida.