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«Me han tratado peor que a un terrorista»

Diego Pastrana, que cuidaba de la casa y de la niña de 3 años, jura venganza en los tribunales contra quienes «han vertido mierda»

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Dicen que está sedado, bajo tratamiento psiquiátrico, pero respira por la herida y suelta toda la rabia. No hay forma de acallar su dolor y ansias de desagravio. «Me han tratado peor que a un perro o a un terrorista (...). Vamos a por todas, a por médicos, a por lo que haga falta, y vamos a ir poquito a poquito... Primero los médicos, luego la prensa, telediarios..., todos lo que han vertido mierda, todos lo van a pagar», soltaba ayer con voz pastosa Diego Pastrana Vieco en conversación telefónica con Canarias Radio la Autonómica. Este joven de 24 años, natural de la localidad madrileña de Parla, ha vivido un calvario que le ha cambiado la vida brutalmente. Cuesta identificar al chico que aparece en Internet -en la red social Sonico, con un cubata y dos amigos- con ese sujeto malencarado y esposado, que flanqueaban dos guardias civiles hace unos días.

Esta última imagen se ha colado en todos los hogares españoles sin pedir permiso. Ha sido un bombardeo continuo desde hace una semana. El pasado miércoles, a las 22.35 horas, fue detenido en Playa de las Américas (Tenerife) como presunto autor de lesiones y agresión sexual. La víctima era la pequeña Aitana Rubio García, de tres años, hija de su compañera sentimental. La cría quedó ingresada en el Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, mientras él ponía rumbo al calabozo, manso y cabizbajo, sin sospechar lo que le aguardaba.

Hasta el sábado estuvo confinado en «una celda de dos metros por dos, tuvo que soportar insultos, amenazas y hasta se le obligó a ver fotos del cadáver de la niña», ha revelado Plácido Peña, abogado de Diego. Aitana murió el jueves. El informe forense, emitido el fin de semana, descarta que fuera violada o golpeada. Un jarro de agua fría para la opinión pública. Hasta ese momento muy pocos creían en su inocencia. Se le linchó sin compasión, de palabra y pensamiento. Sólo faltó llegar a las manos o tirarle piedras. Diego no podía entenderlo. Le sobrepasaba. El atestado previo de la Policía hace constar que, durante el cacheo, «D. P. V. está tranquilo y no muestra descontento, ni realiza pregunta alguna por el motivo de tal acción». Se dejaba hacer, como si no tuviera nada que ocultar.

De entrada, todo aquello le resultaba tan nuevo como las puertas del infierno. Nadie está preparado para meter la cabeza en ese pozo. Diego carece de antecedentes penales. Es un albañil de Parla que apenas lleva unos meses en la isla canaria, donde su hermano Juan Miguel trabaja en la construcción. Uno y otro se buscan la vida a trancas y barrancas. «'El Diego' viene de una familia de obreros», confesaba mitad orgulloso mitad resignado el tío de ambos, Jesús Vieco. La madre de la niña también se las apaña como puede. Belén, así se llama la joven, se gana el sueldo como dependienta en una tienda de Santa Cruz de Tenerife capital, a 75 kilómetros de Costa del Silencio, una zona muy turística en la localidad de Arona, con bares multilingües, canchas de tenis y una vistas magníficas del Atlántico en todo su esplendor. Allí residía sin contratiempos la pareja con la cría.

Un dúplex en una urbanización

«Aquí las cosas no son tan caras. Aunque el chaval estuviera en paro, se lo podían permitir», explican fuentes cercanas a la investigación. Diego se ocupaba de la niña cuando Belén estaba fuera del apartamento. Es decir, casi todo el día. No se le caían los anillos por hacer de amo de casa. Le gustaba sacarla a pasear y jugar con ella en el parque de la urbanización, Residencial Atlántico, donde se encuentra el dúplex. Más de una vez, la vio subirse a los columpios y a ese maldito tobogán que, el sábado 21 de noviembre, propició una caída muy fea. Tanto, que Diego no dudó en llamar a su cuñada, Natalia Ros Pajares, para que lo acompañara a Urgencias del centro de salud El Mojón. La niña se quejaba de que le dolía mucho la cabeza.

El médico de guardia no apreció nada grave, salvo una contusión nasal. Le recetó un jababe para los malestares (Dalsy) y tranquilizó al padrastro con un «ya vas a ver que en unos días está corriendo». Es lo que recuerda con rabia Diego. No se hicieron radiografías. El traumatismo cranoencefálico de Aitana pasó totalmente desapercibido. No se atajó a tiempo el edema cerebral que -cinco días más tarde y al cabo de repetidas paradas cardiorrespiratorias- acabó con su vida. Fueron otras alarmas, muy distintas, las que saltaron poco antes de que falleciera Aitana, nada que ver con el daño real que estaba destruyendo su salud. Y es que el pasado martes, un segundo médico creyó encontrar indicios de abusos sexuales y maltrato.

Plácido Peña, abogado del joven parleño y muy popular en Tenerife, a duras penas contiene su indignación al rebobinar la historia y detenerse en ese momento fatídico: «¿Estamos locos o qué? ¿Cómo es posible que ese profesional detectara lo indetectable? ¿Qué ocurre? ¿Que por ser el padrastro ya debe pensarse mal?», se pregunta con tono cansado. Desde la semana pasada, no ha parado de hablar con los medios de comunicación. El caso de Diego Pastrana continúa en el tapete -el joven se encuentra en libertad provisional y el proceso sigue abierto-, a lo que se suma la entrevista concedida ayer por el albañil de Parla.

«La conversación telefónica de Diego con la radio se ha llevado a cabo con malas artes. No estaba prevista... Él creía que estaba hablando con su novia», alcanza a decir el letrado atropelladamente antes de resolver callar y explicar que, «para no juzgar sin saber», lo mejor es escuchar las grabaciones. No son pocos los frentes de este embrollo. Las filtraciones, conjeturas y sorpresas que ha deparado todavía no han llegado a su fin. De ahí que el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivera, haya hecho un llamamiento a «la prudencia que no se mantuvo al principio». Debe evitarse a toda costa «la precipitación y los cambios de rumbo», advierte el Ejecutivo regional.

«Era cariñosa, espontánea»

Entre los errores «muy graves» que señala Paulino Rivera destaca la violación de la Ley de Protección de Datos. ¿Cómo es posible que se haya conocido con pelos y señales el contenido de un informe médico provisional? ¿Es culpable la Policía? ¿El personal sanitario? Quién sabe. Al abogado de Diego no le interesa «nada de nada». Piensa limitarse a reclamar responsabilidades a los médicos. «Al primero le puedo acusar de homicidio imprudente, por no haber hecho un diagnóstico correcto. Y al segundo, le acuso de falsedad documental por haber dejado constancia de datos falsos. Tanto uno y otro tendrán que asumir responsabilidades penales. Ésa es mi intención», zanja el jurista canario. Ahora bien, deberá ser paciente. Su cliente todavía está obligado a personarse ante el juez los días 1 y 15 de cada mes. Diego se encuentra en libertad provisional.

Mientras tanto, en el colegio Luis Álvarez Cruz, en la localidad tinerfeña de Arona, los compañeros de Aitana siguen preguntando por ella. Su maestra, Susana María Candelaria, aguanta el tipo como puede. Le tocó vivir muy de cerca la tragedia de la pequeña. Además de la madre, ella también testificó ante el juez y confirmó que las lesiones se debían a un accidente. La propia Aitana se lo aclaró el lunes de la semana pasada, al tiempo que enseñaba algunos arañazos sin darles importancia. No le faltaba desparpajo a la cría. «Era cariñosa, espontánea y muy participativa», evocan en el centro. Seguro que no le daba miedo la oscuridad ni mirar debajo de la cama. Era hija única y le encantaban los columpios y toboganes. Su funeral tuvo lugar el pasado lunes en Parla. Más de 300 personas le dijeron adiós. Tenía sólo 3 años.