Tribuna

Cine español: deseo y realidad del género

PROFESORA TITULAR DE SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID Actualizado: Guardar
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El principio de igualdad entre las personas es uno de los valores clave de la democracia, elemento esencial para unas relaciones humanas sanas y equilibradas. Por ello muchos de los malentendidos e incomprensiones que se producen en torno a la igualdad de género están más relacionados con el deseo general de vivir en un mundo de igualdad efectiva que con la realidad cotidiana que vivimos. Lo que ocurre es que a veces confundimos los deseos con la realidad; la declaración de principios con su aplicación efectiva. En el mejor de los casos esa realidad se encuentra en tránsito hacia la igualdad.

Esta tarea de discernir entre realidad social y deseos humanos es una de las labores fundamentales que la sociedad encomienda al oficio de sociólogo. Ante la duda de si nuestra percepción está alterada por nuestros intereses, nada mejor que acudir al filtro del conocimiento científico. Por ello, desde la legitimidad que ofrece la investigación podemos diagnosticar sin ambigüedad que el cine español padece de un fuerte síndrome de misoginia social. He aquí una síntesis de los resultados de nuestra investigación sobre mujeres y hombres en el cine español (financiada por el Plan Nacional de I+D+i 2006) que corroboran esta afirmación: «... Entre 2000 y 2006 se realizaron en España 871 largometrajes, pero sólo 65 (7,3%) fueron dirigidos por mujeres». Para situar el dato en su contexto, recordemos que por esas mismas fechas en otra profesión de élite, el profesorado universitario, las profesoras titulares representaban una media del 36,2% mientras que las catedráticas se situaban en el 13,9%. La élite del profesorado universitario femenino doblaba a sus homólogas de la cinematografía en cuanto a la presencia en la profesión.

No pensemos que éste es un hecho aislado en las relaciones entre mujeres y hombres en el cine español. Hay otros datos que avalan nuestro diagnóstico: en la escala ocupacional cinematográfica los varones son mayoría en las categorías relacionadas con funciones artísticas (85,3%), directivas (84,9%) y técnicas (80,1%). Por el contrario, las mujeres sólo predominan (75,5%) en la categoría de profesionales especializados (peluquería, maquillaje y vestuario). Tras observar estos datos se podría pensar que las mujeres no tienen interés por el cine o que no se forman adecuadamente. Todo lo contrario, los datos estadísticos del INE nos dicen que la mayoría de licenciados (61,7%) que finalizaron estudios de Comunicación Audiovisual en la universidad pública española en 1998 eran mujeres y desde entonces no ha parado de incrementarse esta presencia femenina. La pregunta es, entonces, qué explica esta brecha de género entre la formación y la ocupación en el ámbito del cine y cómo resolverla. Algunos argumentarán que es un problema de tiempo y que las mujeres ya llegarán. La sociedad sólo necesitaría más tiempo para que los nuevos roles de género se asienten. Sin embargo, los análisis de series temporales en éste y en otros ámbitos profesionales apuntan que este argumento no explica la persistencia de la brecha. Por ejemplo, en nuestra investigación detectamos un retroceso importante, de 17% a 10%, en la entrada de nuevas realizadoras a lo largo del periodo 2000-2006, respecto a la década de los noventa.

Otros alegarán la libertad de las mujeres a la hora de elegir, de manera que optarían por otros caminos diferentes de la dirección. Esto puede ser cierto en algunos casos pero, ¿no será que, más que encontrarnos ante un acto de libertad, nos enfrentamos a una renuncia de antemano? Porque, ¿quién de nosotros participaría en un juego que anticipadamente sabe que no tiene ninguna oportunidad de ganar? Sí, las jóvenes formadas en el audiovisual van desarrollando su vida profesional con arreglo a las expectativas que observan les ofrece este ámbito. Y, obviamente, ante el escasísimo número de directoras o productoras de cine no se atreven a pensar en invertir sus energías en empeño semejante. Por el contrario, cuando las mujeres jóvenes, con buena formación, se enfrentan a formas de reclutamiento en las que se garantizan objetividad, igualdad de tratamiento y oportunidad, valoración del mérito y capacidad, publicidad y transparencia, esas ratios presenciales se vuelven a su favor. Basta observar que el sexo femenino predomina mayoritariamente en casi todas las categorías de la función pública española. No se trata de dar lecciones a nadie sobre cómo desempeñar su trabajo, sino de señalar algo sencillo y experimentado en la selección de personal: cuando el reclutamiento de profesionales se hace por el sistema de cooptación, no es posible ofrecer garantías de transparencia y objetividad en el proceso. En un sector que cuenta con una cuota masculina en la producción de películas que ronda el 90% y emplea ese modo de reclutamiento, es difícil, si no imposible, esperar que por sí sólo se solucione la grave situación de discriminación contra las mujeres. Este problema trasciende el cine y se desborda al conjunto de la sociedad de forma inmediata. Con las cifras apuntadas, es evidente que todos nos vemos obligados a ver cine dirigido por hombres.

Cine que podemos etiquetar de cine de hombres. Algunos datos avalan esta afirmación: en nueve de cada diez largometrajes del cine español, como sabemos dirigidos por varones, los protagonistas son el 80% de las veces también varones y las historias que narran serán preferentemente de gusto varonil. Los escasos personajes femeninos aparecen seis de cada diez veces sin iniciativas, y cuando ésta aparece es de índole erótica. Estos directores son también los que, en sus imágenes, sólo muestran a una de cada diez mujeres con capacidad para resolver conflictos. Estos son sólo algunos ejemplos. No entramos en el capítulo de agravios machistas o del tratamiento que se hace de la violencia contra las mujeres.

Si los datos nos muestran este panorama desolador en cuanto a las relaciones cinematográficas entre mujeres y hombres, tanto las proyectadas en nuestras salas como las que acontecen detrás de las cámaras, no estaría de más que todos reclamemos que nuestro deseo de igualdad de oportunidades se convierta en realidad y no sólo en un sueño. Somos afortunados por contar con una legislación, la Ley de Igualdad, que incide en la consecución de nuestros deseos de igualdad. Para conseguirlo hemos de poner medios y no esperar al futuro, sino hacerlo ahora...