CÁDIZ

El Pájaro Azul retoma el vuelo

El Ayuntamiento busca un empresario para encargarse de la sala, que irá en la planta baja de un edificio con pisos para jóvenes La mítica cueva, que albergó un local bohemio en los 60, resucitará en San Juan

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Tendría unos 30 años, cabello negro y grandes patillas de boca ancha. Valiente y arrojado. Contrabandista, pero también amigo de los pobres y con un gran corazón. Podría ser el retrato de Curro Jiménez, aunque no es necesario recurrir a la iconografía televisiva de los setenta. Cádiz tenía mil y un personajes de ese corte y el protagonista de esta historia es uno en concreto: el Pájaro Azul. Su banda operaba en la segunda década del siglo XIX. Su delito consistía en hacer negocios al margen del coto del Estado, entonces corrupto y prevaricador. Aquello de 'Hacienda somos todos' no estaba de moda hacia 1820. En aquellos años existía una mujer mayor llamada Tía Juanica, que se dedicaba al estraperlo y que vivía cerca de la Catedral. En su 'cuarto' había un baúl cuyo falso fondo daba acceso a unas cuevas en donde según se dice se escondía el Pájaro Azul.

Sea o no cierta la leyenda, es la que bautizó el local que en 1960 abrió Manuel Fedriani Consejero en el número 39 de la calle San Juan. Aún hoy se puede ver un trozo de la placa con el nombre. Cerrado desde hace más de 30 años, el Ayuntamiento va a construir allí ocho viviendas para jóvenes y en aquel local subterráneo, con una curiosa forma laberíntica, reabrirá el mítico Pájaro Azul. Al igual que ya se hizo con el Pay-Pay, piedra fundacional del nuevo Pópulo, el Consistorio quiere buscar a un empresario que mediante una concesión, devuelva la actividad a la taberna.

Quedan pocos vivos para atestiguar cómo fueron aquellos comienzos. Falleció su dueño, Manuel Fedriani, que tenía una bodega situada justo en frente, pero también el Cojo Peroche, hermano de Manolo Vargas, auténtico alma del negocio y conocido por todo Cádiz también por sus malas pulgas.

Para beatos y jaraneros

El lugar no era un prostíbulo, ni tampoco una sala de fiestas, «pero era fácil echarle la llave y si tú eres un beato, podías ir allí a hacer cosas propias de los beatos y si eras un golfo.». El arquitecto Pepe Ángel González, que sí visitó el local en alguna ocasión, deja la frase en el aire. Aquella noche de la inauguración, en el verano de 1960, hubo un poco de todo: beatos y jaraneros. Según las crónicas de la época, estuvieron desde el alcalde accidental, Pedro Lahera, hasta el comisario jefe de la Policía, Diego Fernández Cañizares, pasando por Ramón Solís, José María Pemán y su hermano César; Álvaro Picardo, Guillermo Summers, Manuel Accame, José Paredes González de la Torre y hasta algún que otro general que se encontraba veraneando en Cádiz, como Vicente Pérez de Sevilla, gobernador militar de Córdoba. En aquel rincón típico, se recibía con fino, cante y baile, custodiado todo -la sala general y el reservado- por unos camareros ataviados con traje de contrabandista, con patillas y trabucos.

De Fedriani pasó el negocio a un bodeguero de Bollullos, Santiago Villarán. Y al final, hubo que echar la llave. La finca fue deteriorándose al mismo ritmo que el barrio.

Hoy, tras la rehabilitación de algunos edificios, San Juan vuelve a respirar. Y mira a la puerta del número 39 pensando ver allí al sucesor del Cojo Peroche, respondiéndole a un americano que le preguntó una noche si allí se bailaba: «Sí, señor, el ritmo es entrar sobrio y salir borracho».