Sociedad

Yamal, el gas del fin del mundo

Las gigantescas reservas de gas halladas bajo la península de Yamal, en Rusia, amenazan con acabar con el pastoreo de renos, la forma de vida tradicional de este extenso y gélido territorio

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Los indígenas de la península siberiana de Yamal, al borde del Círculo Polar Ártico, han sobrevivido a la época de los zares, la revolución bolchevique y los caóticos años de Rusia sin prestar atención a nada que no fuera la caza, el comercio de pieles y la cría tradicional de renos. Allí es donde mejor se conservan estos rebaños (unas 600.000 cabezas) que dan de comer a varios miles de pastores nómadas. Durante generaciones nadie ha podido cambiar sustancialmente el modo de vida de los nenets, los habitantes de los pueblos desperdigados en el extremo norte de Yamal, una población de apenas 35.000 indígenas. Pero seguramente nada será igual en estas llanuras árticas después de que la poderosa gasista rusa Gazprom, en posible alianza con la española Repsol, haya puesto sus ojos en los yacimientos de gas natural que esconde este milenario trozo de tierra, que colinda con el Polo Norte.

Bajo la tundra que pisan los pies de las tribus nenets hay suficiente gas como para calentar el mundo durante cinco años, lo que ha atizado el apetito de las empresas por hincarle el diente al helado suelo de este territorio vasto e inhóspito.

Hasta este lejano rincón del norte de Rusia (Yamal significa 'el Fin de la Tierra' en la lengua nenet) también llegan todos los años multitud de especies de aves migratorias. A pesar de las durísimas condiciones de vida de los indígenas (el invierno es muy frío, dura 8 meses y la temperatura mínima desciende a 59 grados bajo cero), nada ha logrado romper la armonía de las tribus con la Naturaleza. Las enormes reservas de gas (y también de petróleo) de Yamal mueven tal cantidad de intereses empresariales y políticos que pocos dudan de que esta forma de vida existente desde tiempos inmemoriales empezará lentamente a extinguirse. El desarrollo de los recursos naturales de la región está empujando a la población nómada del campo hacia las ciudades. Medio millón de habitantes viven a lo largo y ancho de los 120.000 kilómetros cuadrados de la península de Yamal (una cuarta parte de la superficie de España), apenas un 15% en los pueblos, los únicos reductos donde aún se conservan las tradiciones. Toda una cultura autóctona, con su propia lengua, su artesanía, sus ritos y festivales, sus vestimentas con la piel como símbolo de su identidad indígena corren peligro de evaporarse con el gas.