PAN Y CIRCO

TOROS Y FÚTBOL

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Todo el mundo ha estado hablando estos días de Cádiz para bien o para mal (más para lo segundo) y eso a la postre debe resultar gratificante, si nos atenemos a esa sentencia que dicta que lo importante es que hablen de uno antes que ser ignorados y pudrirse en el ostracismo. Del aspecto más taurino de la actualidad nos queda el debe de no haber visto todavía a Cruise y Díaz, pero los informativos de todas las cadenas nos han martilleado con ese peculiar encierro vivido en el casco antiguo y del arte y la gracia que tenemos en Cádiz. O sea que volvemos a caer en el tópico y que los turistas respondan ahora a la llamada de estos san fermines de chirigota. En el apartado futbolístico, tambien nos apuntamos al ridículo espantoso y el presuntamente mejor club de la provincia se conforma esta temporada con hacerle más llevadero el calvario al vecino y enemigo irreconciliable xerecista.

El caso es que una entidad al borde de conmemorar su centenario (a mí no me cuadran las cuentas) ve como la temporada se ha torcido a las primeras de cambio y el equipo presenta unos números que nos retrotraen a una reciente pesadilla que se saldó con un descenso a Segunda B.

El asunto se enreda aún más cuando el desencuentro entre la secretaría técnica y el entrenador se hace cada día más patente y ya se sabe que toda ratificación forzada es preludio de un relevo en el banquillo. Para rematar la faena, los pesos pesados del vestuario -dígase Raúl López y Fleurquin- están pasando de puntillas por la competición y eso aviva más la llama del desencuentro en todos los estamentos de un club que sigue teniendo a su cantera como una mera anécdota.

Por último, este nuevo cadismo colorista y ruidoso comienza a darse cuenta de que, después de tantos años dándolo todo por el Cádiz, ha llegado el momento de que sea el club el que se pregunte qué puede hacer por ellos.