Un operario palestino carga con una radial en un asentamiento de Jerusalén. / AP
MUNDO

Freno parcial a las colonias israelíes

Netanyahu congela diez meses el desarrollo de asentamientos salvo en Jerusalén Este

CORRESPONSAL. JERUSALÉN Actualizado: Guardar
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Casi ocho meses después de convertirse en jefe del Gobierno de Israel y acorralado ya por la impaciencia de Estados Unidos, Benjamín Netanyahu lanzó ayer la primera propuesta formal de su mandato para suspender parcial y temporalmente el crecimiento de las colonias, aunque por los términos en que se expresó, más pareció que lo que ponía sobre la mesa era un nuevo desafío a los palestinos.

Con el beneplácito de su Gabinete, obtenido minutos antes, el jefe del Gobierno judío compareció anoche en rueda de prensa con el grandilocuente anuncio de que paralizará durante diez meses la construcción en los asentamientos en Cisjordania. Pero la letra pequeña vino después, porque la moratoria no incluirá el Jerusalén Este que los palestinos reclaman como capital de su futuro Estado, ni afectará a las obras ya iniciadas -hay en curso más de 2.000 viviendas-, como tampoco a las ya autorizadas -la semana pasada se concedió permiso para 900 más-, ni a ningún tipo de infraestructura pública. En resumen, con propuesta o sin ella, las máquinas seguirán engordando el imponente entramado de ciudades y villas en las que 500.000 judíos viven dentro de los territorios ocupados.

Y así lo reconocía Netanyahu. «Prometo que voy a permitir una vida normal para los 300.000 israelíes que (habitan) en Cisjordania», se apresuraba a subrayar para tranquilidad de sus seguidores y de sus socios de Gobierno. «Mi postura sobre Jerusalén es clara: no habrá límites para la construcción en nuestra capital», añadía, pero a la vez dejaba bien claro para los oídos de Washington que si Israel hace este sacrificio «es para ayudar a lanzar unas negociaciones significativas y alcanzar un histórico acuerdo de paz que ponga fin al conflicto».

Si el presidente de EE UU, Barack Obama, quería gestos sobre el terreno, pues ahí los tiene, venía a explicar el primer ministro hebreo, que en un comunicado previo ya había destacado que las medidas diseñadas permitirán a su país «exponer al mundo una verdad simple: el Gobierno de Israel quiere negociar con los palestinos y está dando pasos prácticos para conseguirlo».

«Venid con nosotros a hacer la paz juntos (...), muchos de nuestros amigos nos han dicho que, una vez que Israel diera el primer paso importante hacia la paz, los palestinos y los países árabes responderían». Éste era, al cabo, el mensaje con el que Netanyahu quiso escenificar que la pelota está ahora en el tejado de sus convecinos. Y lo hacía sabiendo de antemano que la reacción de la ANP iba a ser de rechazo total a su propuesta, que constituye casi una caricatura de lo que los palestinos exigen en realidad para volver a dialogar de paz.

Colonización

El Estado hebreo -recordaba desde Buenos Aires el jefe negociador de Ramala, Saeb Erekat- debe «cesar toda actividad de colonización, incluido el crecimiento natural, también en Jerusalén Este». Ésa ha sido y es la condición absoluta, y no hay excepción que valga. «La exclusión de Jerusalén (de la moratoria) es un problema muy serio para nosotros», reconocía el moderado y buen amigo de Washington Salam Fayyad, primer ministro de la ANP.

Para mayor desazón en las filas palestinas, la prensa digital israelí se esforzaba ayer en destacar no sólo la bienvenida de EE UU a la congelación limitada de asentamientos de Netanyahu, sino que la medida habría sido previamente consensuada con la Casa Blanca. «El anuncio del Gobierno de Israel ayuda a avanzar hacia la resolución del conflicto», saludaba la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. Más comedido, el enviado especial de Obama para Oriente Próximo, George Mitchell, consideraba que la propuesta «se queda corta» con relación a las aspiraciones de los palestinos, que se encuentran sumergidos en una grave crisis política desde que su presidente, Mahmud Abbas, anunciara a principios de mes que se retira harto del juego de Israel.