Los mozos conversan al fondo, ante un toro fugado.
Ciudadanos

Un domingo, mil cuplés

Un chiste en cada boca, una conversación interminable , carteles... aquellos toros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Si existiera una clasificación histórica de las conversaciones populares más comunes, la de los toros fugados por Barrié se habría convertido en una de las mejor colocadas en el Cádiz de todos los tiempos. Desde que -según El Tío de la Tiza- la playa amaneció plagada de duros antiguos, allá por los estertores del siglo XIX, en la vieja capital gaditana no se hablaba tanto de un mismo tema. En cada boca, un chascarrillo. Saludos taurinos (mano derecha alzada, eeje), ironía, chistes previsibles... el casco antiguo era ayer un altavoz gigante en el que atronaba una misma anécdota, relatada por mil de voces a coro: «¿... qué me dices de lo de los toros?».

Nadie se apartaba de la conversación. «Dale recuerdos a Toncrúi», gritaba un joven ataviado con mono obrero, de paquete en un ciclomotor, a uno de los grupos de trabajadores de la productora que repasaban detalles con sus libretas.

El Palillero estaba ocupado por furgonetas de distintos canales de televisión. En la calle Ancha nunca habían coincidido cinco reporteros, con su micrófono chillón y la escolta del cámara, a la búsqueda de testimonios. Si la ciudad quería promoción, que le haga un monumento al toro -destituido de su cargo ayer- que destrozó la valla.

Arde Facebook, los comentarios de los lectores en los periódicos de Internet vuelven a ser antologías del ingenio («¿Puedo salir ya?», pregunta uno). Como el día del tornado que no fue. El humor es una forma superior de inteligencia y los gaditanos, sus profetas. No hubo más desgracias que algún llanto, así que a reír para compensar, para advertir a los que han puesto en peligro a nuestros viejos y chinorris por no traer la tarea hecha.

A la hora del almuerzo del día de autos (locos), la Taberna María, en la calle La Palma, ya lucía una pizarra que ofrecía «carne al toro recién cogía de la película». Reflejos a punto. Los nervios ya no estaban de punta. La sonrisa nunca elimina el trago, pero ayuda a digerirlo.

Hasta versiones políticas hubo. Algunos achacaban «a los llamativos calcetines de un concejal socialista» la alteración del animal. Otros aseguraban que el rastro de las reses «lleva hasta San Juan de Dios». ¿Grosero? Sólo son diminutos aperitivos, frutos secos, de una vivencia que llegará fresca al próximo Carnaval. El paseíto de los toros por el casco antiguo se ha producido justo cuando los chirigoteros ya están encerrados en los locales de ensayo, pasando al ordenador las primeras letras. No hay más que añadir.

Noviembre terminará en febrero como las astas acabaron en las balas. Míster Marshall se resbaló con una piel de plátano. Los policías pastoreando desde el coche. «De aquí salen varios repertorios».

El Cádiz bocazas y eterno que se ríe de su reflejo puede que vaya a ser irreconocible en las salas de cine, pero se resiste a salir de la televisión. Aunque sea en TDT.