TRIBUNA LIBRE

Bienes escasos

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Antonio Lorenzo fue siempre un artista joven, curioso y divertido. Falleció la semana pasada a la edad de 87 años. Antonio fue uno de los miembros del Grupo de Cuenca- junto a Rueda, Saura, Sempere Torner y Zóbel - y participó activamente en la fundación del Museo de Arte Abstracto de la ciudad castellano-manchega. Artista inclasificable, practicó con acierto diversos lenguajes y técnicas destacando en pintura y grabado, lo que le llevó a dirigir el mítico taller del Grupo Quince. Pero no quiero hacer una biografía panegírica del creador, sino del amigo: pues además de buen artista, Antonio Lorenzo era un buen amigo.

Recuerdo que le visité por primera vez en su casa; me ofreció un vaso de agua y dejó el grifo abierto. Le pedí por favor que lo cerrara pues el agua es un bien escaso y en Cádiz teníamos restricciones por aquel entonces. Creo que la ingenuidad de mi petición le causó simpatía y desde entonces nos frecuentamos, a pesar de la diferencia de edad, con la presencia habitual de otros artistas también sabios y también amigos: Paco Farreras y Fernando Bellver. Juntos editamos grabados, serigrafías e impresiones digitales con collages. Antonio siempre estaba dispuesto a experimentar y a abrir nuevas posibilidades para la gráfica. Yo practicaba la amistad con admiración, él con condescendencia, con respeto y con curiosidad.

Descubrí con Antonio Lorenzo que, además del agua, la amistad también es un bien escaso que hay que proteger.

Supe que, cuando se es curioso y artista, no hay edad para seguir investigando, para seguir escuchando o para seguir creciendo. Conocí que la fina ironía y el sutil sarcasmo con que se enfrentaba a la vida le protegía de decepciones anunciadas y de sufrir los falsos prestigios que tanto abundan en el arte español. Antonio poseía un sentido del humor seductor que, consciente de ello, aprovechaba con descaro.

Las máquinas imposibles, las señoras imponentes -casi siempre despelotadas-, los seres robóticos y los astronautas intergalácticos que poblaban sus siderales mundos huidizos desbordaban amor y humor. Como él. Seguro que ahora está con ellos, haciéndoles disfrutar.

La vida nos alejó hace algún tiempo y hoy que no está le siento más presente que nunca. Se canta lo que se pierde, decía Machado. A mi respeto por su obra y a mi admiración por su inteligencia quisiera añadirle mi agradecimiento por haberme dado la posibilidad de compartir su magistral sabiduría y por haberme hecho feliz en muchas ocasiones.