Editorial

Conquista de Obama

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La histórica aprobación por la Cámara de Representantes de EE UU de la reforma con la que Barack Obama pretende universalizar la asistencia sanitaria en el país constituye algo más que el primer triunfo tangible del presidente norteamericano en uno de los grandes y ambiciosos objetivos que se había fijado al inicio de su mandato. A la espera del pronunciamiento del Senado y de su encaje con el texto ahora refrendado, el aval recibido por Obama conlleva el apoyo a un cambio más de fondo sobre cómo concebir la igualdad y la justicia social en un país donde la opción pública no es homologable, ni con mucho, a la que estamos habituados en la Europa avanzada. La iniciativa auspiciada por la Casa Blanca tiene la virtualidad -la habría tenido incluso si no hubiera salido adelante- de desnudar los graves desequilibrios y abusos de un sistema que venía dejando a 46 millones de estadounidenses, un volumen de población similar a la española, sin la necesaria cobertura ante la enfermedad. La reforma prevé garantizar la asistencia al 96% de la ciudadanía por la vía de combinar los seguros con compañías privadas, que no podrán negarse ya a suscribir una póliza con clientes enfermos, y un novedoso plan público que contempla subsidios para las personas con rentas bajas o más desfavorecidas. Las dificultades para conciliar este modelo con la alergia norteamericana a la intervención estatal, con los intereses de poder y económicos en disputa y con las dudas sobre su viabilidad ante un déficit público disparado por la crisis han quedado gráficamente reflejadas tanto en la dureza de la campaña protagonizada por los detractores del proyecto, como, sobre todo, en el ajustadísimo resultado de la votación en la Cámara de Representantes. Y no sólo por la imposibilidad de haber guarnecido el plan bajo el paraguas de un gran acuerdo bipartito con los republicanos. El hecho de que los demócratas únicamente lograran dos apoyos más de los requeridos y la fuga de 39 de sus diputados y las concesiones efectuadas, para retener su voto, a otro grupo opuesto a la financiación del aborto proyectan con nitidez los límites a los que se enfrenta el programa de Obama. La presión contra la reforma había alcanzado tales niveles y Obama había arriesgado tanto que el agónico triunfo en la Cámara de Representantes sólo puede ser interpretado por la Casa Blanca como una indudable conquista donde otros presidentes, además, fracasaron antes.