Jerez

El detalle de Santa Marta

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Tenían que vernos el pasado miércoles, cuando los medios de comunicación asistíamos sorprendidos a una convocatoria de la hermandad de Santa Marta cuya única finalidad era agradecernos el trabajo realizado. Las caras de sorpresa, las conversaciones entre bastidores, las miradas furtivas a los móviles, los guiños hacia el delegado diocesano que se aprestaba a presidir el acto junto con el hermano mayor, Manuel Marín, y el hermano número uno de la cofradía y único fundador vivo de la hermandad, las urgencias controladas de Marco Antonio Velo porque todo saliera bien ya que el acto era en la Escuela de Hostelería...

En fin, para qué aburrirles. Una batería de actitudes que denotaban la incredulidad ante el orden del día. Agradecernos el trabajo únicamente. Incluso el hermano mayor nos preguntaba con cierto recelo si alguna cofradía, alguna vez, nos había dado públicamente las gracias por nuestro trabajo, y la verdad que teníamos que responder que no. Únicamente se nos vino a la cabeza una magnífica velada en la bodega que Zarzana posee en el centro de la ciudad, donde a los medios de comunicación se nos citó para contarnos el programa de actos del 250 aniversario de la hechura del Señor Flagelado, y que acabó convirtiéndose en un agradable almuerzo, paella incluida y vinos de la tierra, donde charlamos de lo divino y de lo humano.

Pero agradecernos, pues no. Más bien somos el punto de mira de todos ustedes que ahora leen con avidez estas páginas de información cofrade. Somos el pañuelo de lágrimas donde se consuelan los que mueven la Semana Mayor. Matar al mensajero, la culpa al correo que va y viene... Llámenlo como quieran. No son pocas las actitudes absolutamente impresentables que aquí muchas veces descubrimos, y cuando lo hacemos, no es culpa de quien las mantienen y sostiene, sino de quien las cuenta. Nada nuevo bajo el sol, la cruda cruz que el periodista, informador o comunicador cofrade debe soportar.

Por eso, aunque no hacía falta ese gesto, se agradece de corazón, porque lo fácil es atacar al plumilla. Es más, en un discurso en el que quizá nadie profundizó lo que debiera, el hermano mayor reconoció abiertamente que la crítica sirve a los cofrades para mejorar, para tener una visión más amplia y global de los acontecimientos. Reconoció a los medios de comunicación su presencia en la gran mayoría de actos que organizan las hermandades, y sugirió de manera valiente que ellos, los hermanos mayores, los hermanos de las cofradías, igual podían hacer valer esa formación para completar con mayor éxito las empresas que tenían entre manos.

Me gustó el detalle, y más me gustó el discurso. Por ser abierto y participativo, y por recordarnos también la importancia que el detalle, tan olvidado en esta profesión, tiene para el lector. Cuidar los pies de foto, ser preciso con el lenguaje utilizado, colocar de manera conveniente las fotos, llamar a cada imagen por su advocación correcta, ser sincero y cariñoso en las valoraciones que podamos hacer de lo que no veamos conveniente. Un gran listado de consejos sin pretender darlos, sin mayores pretensiones, que los que estuvimos por allí, deberíamos haber apuntado con letra grande en nuestros móviles de última generación.

Tomo nota, Manuel. De eso, y de lo que luego hablamos en el Mesón Botavino, propiedad de uno de los plumillas cofrades de la ciudad. Y permítame que le diga que pocos hermanos mayores hubieran estado, como estuvo usted, escuchando de manera atenta lo que en esa barra se dijo. Pocos hubieran querido compartir mesa y mantel con nosotros. Gracias de corazón por el detalle.