Aquellas juergas

Este nombre encerraba el hacer una fiesta nocturna, en especial de flamenco, y que, normalmente, pagaba la persona o personas que tenían ganas de escuchar buen cante y baile. Estas fiestas, que casi siempre duraban desde el anochecer de un día hasta el amanecer del siguiente. Casi siempre se iniciaban en Cádiz, en el bar La privadilla, situado en la plaza de Gaspar del Pino. Lugar este donde se daban citas casi todos los cantaores, bailaores y guitarristas de la ciudad, donde estaban a la espera del cliente de turno que se le apeteciera una nochecita flamenca. En Cádiz, por aquello de ser Puerto de Mar, una gran parte de esos aficionados paganos a estas fiestas, solían ser personas que desempeñaban los oficios de tripulantes de los buques que hacían escala en nuestro puerto, y que en una gran mayoría de ellos rumbo a las Américas. Igualmente también acudían otros personajes como toreros y hombres de negocios.

Los que más solicitaban a estos artistas eran los mayordomos y gambuceros -encargados de la despensa de los víveres de los buques- y de los que muchos de ellos eran aficionados al flamenco. La cosa se iniciaba en La Privadilla y después de dar una buena cuenta de un «cañero» de manzanilla (era una mesa redonda que contaba con una serie de agujeros donde se ponían una serie de cañas de manzanilla. Se pedían algunos coches de caballos y ya empezaba el peregrinar por Las Ventas que entonces existían en la ciudad.

Venta de La Palma, Miramar, corona, Vista Hernosa, Casablanca, etc. No olvidemos que también existía la visita para reponer fuerza comiendo como podía ser a la Villa de Madrid en la calle de La Rosa o cualquier reservado de algún colmado. Estas fiestas acababan a las claras del día donde se llegaba a la tienda del Matadero, Café Español, Periquito, el '606' etc. allí se les pagaba a los artistas y cada uno para su casa Muchos paganos de las fiestas buscaban alguna acompañante femenina para hacer la noche más agradable. Lo que sí que es cierto es que muchos vivían de estas fiestas.