hoja de vuelta

Selección al revés

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Ha ocurrido siempre en las guerras: mueren los más jóvenes, los más sanos, los que tienen una mayor capacidad de entusiasmo y creen que el mundo es mejorable. Suelen salvarse, cuando no se producen bombardeos sobre la población civil, los viejos, los tullidos y los escépticos, que son los culpables parciales de que no tenga arreglo el mundo y no ensayan su propia corrección. Lo mismo que en las guerras sucede en la paz, que ya sabemos que es el periodo más o menos largo que transcurre entre dos conflictos bélicos. Ahora en España se está procediendo también a la eliminación de los mejores: no es que los maten, sino que se van, para no morirse de aburrimiento.

El último, por ahora, ha sido Bernat Soria, ya ex ministro de Sanidad, que se incorporará al Centro Andaluz de Biología Molecular. El primero fue Manuel Pimentel, que dijo adiós nada más ver la pinta que tenían sus compañeros de Gabinete. Muy recientemente presentó su dimisión alguien tan valioso y esperanzador como César Antonio Molina. Antes le precedieron Pedro Solbes y Jordi Sevilla. Que nadie piense en el tópico de la célebre huida de las ratas del barco: estos responsable señores se alejan precisamente para que no les muerdan las ratas que permanecen a bordo.

Hay cola de suplentes. En todo inmediatamente inferior se incuba el sueño de reemplazar a su halagado jefe inmediato, aunque sepa que siempre caducan las genuflexiones de los ujieres y las lisonjas de los amigos más o menos íntimos. Un problema muy gordo para el presidente del Gobierno ese de tener que seleccionar entre los peores. Si el señor Zapatero fuera Del Bosque habría dimitido. Los escaños del Congreso están seguros de que nuestros políticos son culos de mal asiento. No se explican tantas pedorretas.