Philipp Rösler, nuevo titular de Sanidad, se ajusta la corbata junto al resto del Gabinete en el Bundestag./ EFE
MUNDO

El ventrílocuo del Gobierno Merkel

Philipp Rösler, nuevo ministro de Sanidad alemán, posee la habilidad de reproducir voces, que aprendió cuando era médico en Hannover

CORRESPONSAL. BERLÍN Actualizado: Guardar
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Cuando Alemania conoció la composición del Gobierno salido de las elecciones y formado por democristianos y liberales, el periódico berlinés Tagesspiegel publicó un comentario breve y sarcástico. «Precisamente una coalición burguesa conservadora se da el lujo de tener una mujer como canciller, un homosexual confeso como ministro de Asuntos Exteriores y además un vietnamita como titular de Sanidad», recogía el diario. Pero Tagesspiegel omitió mencionar que Philipp Rösler, el «ministro vietnamita», además de ser el político más joven que se haya responsabilizado nunca de una cartera de un Ejecutivo federal alemán atesora una serie de virtudes que le han convertido a sus 36 años en uno de los dirigentes más populares y en la nueva estrella emergente del Gabinete que preside Angela Merkel.

Sus amigos afirman que Rösler es elegante, reservado, culto, ambicioso y que domina la retórica como nadie. El responsable del Departamento de Sanidad también sabe reírse de su origen y es un talentoso ventrílocuo, un arte que aprendió para disipar el miedo de sus pequeños pacientes que acudían a la consulta médica atendía en Hannover. «En la escuela nadie me molestaba porque todos pensaban que yo era un gran karateca», suele recordar el dirigente liberal al referirse a su origen vietnamita. «Cuando entré en política mis adversarios democristianos me bautizaron como el chino», añade, al rememorar el ambiente que reinaba en el Parlamento regional de Baja Sajonia, cuando Rösler, con 30 años cumplidos, se convirtió en el jefe del grupo liberal en un ya lejano 2003.

Difícil promesa

Entonces hizo una promesa que le persigue como una sombra y que seguramente ahora preferiría olvidar. «A los 45 años dejaré la política activa», aseguró. «Los políticos y los actores tenemos algo en común: deberíamos irnos cuando el público aún aplaude. Por eso me puse una meta: no más de quince años en activo». Pero la vida da muchas vueltas y Rösler, que siempre rechazó hacer carrera en Berlín, se ha visto convertido en ministro de Sanidad, un cargo difícil, controvertido y arriesgado. Como médico está acostumbrado a curar a sus pacientes, pero la salud pública nunca ha sido su campo de trabajo, un aspecto que no parece preocuparle. «No es el cargo más fácil del gabinete, pero es el más apasionante», ha comentado.

Aunque el nuevo responsable sanitario de Alemania es un político conocido y respetado en Hannover, no sucedía igual en el resto del país cuando los socios del nuevo gobierno iniciaron las negociaciones para sellar el pacto de coalición. A lo largo de tres semanas, Rösler cautivó al público con un lenguaje directo, breve y preciso a la hora de resumir los avances del diálogo con los democristianos y frente a las cámaras de televisión.

Fue cuando la prensa germana comenzó a reconstruir su pasado ante la certeza de que el joven con rasgos asiáticos iba a estar al frente de un ministerio. «Rösler es alemán y se siente como tal», afirmó el Bild al restar importancia a su origen y destacar, al mismo tiempo, su biografía. «Soy alemán y católico», añadió el propio afectado.

Ahora toda Alemania sabe que el ministro de Sanidad nació en febrero de 1973 en la localidad vietnamita de Khan Huong y que vivía en un orfanato cuando fue adoptado a los nueve meses por un matrimonio germano. No en vano, Rösler confiesa que su primer recuerdo es el jardín de infancia en Hamburgo, donde su padre adoptivo vivía como piloto de la Bundeswehr. Es una delicada forma de admitir que su origen le tiene sin cuidado y que nunca ha sido un obstáculo para alcanzar las metas que se propuso.

Después de culminar con éxito la educación media, Rösler tomó dos decisiones que le ayudaron a abrirse camino en la vida y que le han convertido en menos de diecisiete años en un miembro destacado del Gobierno federal. En 1992 decidió ingresar en el Ejército para estudiar medicina y se adscribió a las juventudes del Partido Liberal (FDP). Los cachorros socialdemócratas eran, según él, demasiados marxistas, los democristianos autoritarios y los Verdes estaban marcados por la ideología.

Amor a Baja Sajonia

En 2000, el incipiente político se convirtió en secretario general del FDP en Baja Sajonia, tres años más tarde ocupaba el cargo de jefe del grupo liberal en el Parlamento regional y en 2006 era ya el líder del partido del estado federado. Fue entonces cuando Guido Westerwelle, presidente de la formación, le ofreció el puesto de secretario general. Pero Rösler rechazó el ascenso y se quedó en su amada Baja Sajonia, «mi hogar», como suele repetir. «Siempre he dicho que no deseo ir a Berlín y que mi meta es la política regional», insistía.

Pero todas esas intenciones se evaporaron cuando la nueva estrella del firmamento político germano prestó su juramento como ministro. Ahora, el gran desafío de Rösler es impulsar una reforma sanitaria que deje contentos a todos los sectores de las sociedad alemana. El acuerdo pactado entre los partidos que integran la coalición prevé modificar el actual sistema de cotización al seguro de enfermedad para reducir los costos no salariales del trabajo. Para ello, se contempla congelar la cuota que pagan las empresas -ahora el 7% del salario bruto- y que los asegurados abonen una cantidad proporcional a sus ingresos.

Si Rösler tiene éxito en la titánica tarea que le espera, posiblemente deberá también olvidarse de su objetivo de abandonar la política activa cuando cumpla 45 años. Porque en las filas del FDP está considerado como el mayor valor del partido y muchos ya le ven como el heredero de Westerwelle.