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La izquierda italiana vuelve a buscar un líder frente a su crisis de identidad

CORRESPONSAL. ROMA Actualizado: Guardar
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Ni el peor momento de Silvio Berlusconi, acosado por los escándalos, ha sido capaz de reactivar a la izquierda italiana. Le ha pillado sin líder, a lo mejor porque el proceso organizado para elegirlo tenía más de un año de duración. Ideal para un partido en crisis. Es una rémora más, ejemplo de su carácter incomprensible y suicida.

Entretanto han ido tirando con Dario Franceschini, mano derecha de Walter Veltroni, que ha aguantado el tipo. Este se marchó tras poner en marcha el Partido Demócrata (PD), un audaz intento de crear un sólo gran bloque de centroizquierda, capaz de ser autónomo y escapar a las alianzas.

Perdió las generales de 2008, como se preveía, pero no pudo sobrevivir a la resaca ni, sobre todo, a las insidias de sus propios compañeros de partido, cada uno con una idea distinta del proyecto.

Ahora, por fin, ha llegado el momento de dar con otro líder -habrá que ver si llega a las generales de 2013- y las divergencias emergen con la misma claridad. Por segunda vez en dos años, hoy son las primarias para elegir el nuevo secretario general del PD. Puede votar cualquiera, pagando dos euros, y los candidatos son tres, que representan muy bien las almas del partido. Al menos las principales, porque luego hay múltiples ramificaciones de subalmas. El primer candidato es el propio Franceschini, de 51 años, pese a que dijo que se encargaría del relevo pero nunca se presentaría. Viene de la Democracia Cristiana y representa la idea de Veltroni de un gran partido reformista, inclinado al centro.

El segundo es Pierluigi Bersani, 58 años, que cuenta con el apoyo de Romano Prodi y de Massimo D'Alema. Entiende el PD como el núcleo de una gran alianza de centroizquierda, no excluyente, y con «vocación mayoritaria».

Franceschini y Bersani reflejan la dualidad fundacional de centro e izquierda del PD. Pero hay un tercero, Ignazio Marino, médico, 54 años, formado en EE UU, ajeno a ambas tradiciones y cuya bandera es la laicidad. Es el único nuevo, y en Italia para parecer revolucionario basta proponer las uniones civiles para homosexuales.

No obstante este insulso panorama, sorprende por contraste la virulencia del debate interno. Parece que se odian, un síntoma claro del problema del PD, hacer congeniar en un sólo contenedor todo un manojo de facciones, ex partidos y egoísmos. Las primarias serán, en todo caso, un termómetro útil del estado del antiberlusconismo.