José Castellón Pareja

«A este paso, el concurso del Falla se hará en Sevilla»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Como la tarde anda gris y destemplada, José Castellón Pareja, más conocido como El pellejo, se sube discretamente el cuello de la chaqueta y apura el último sorbo de café con leche. Desde el velador de La Barbería, la barra en la que para porque «todavía hay tertulia», José observa la vida que bulle en San Francisco, hecha hoy de señoras, carritos, jubilados y vendedores de la ONCE; de músicos vagabundos y niños que gritan y corretean hasta que tropiezan, se caen, y vuelven a ponerse en pie sin asomo de vergüenza. Son las siete, se ha levantado algo de viento y las campanas llaman a misa. Pero José no entra en el bar porque lo suyo es el jaleo callejero, esa algarabía cotidiana que tiene algo de espectáculo involuntario.

«Yo me visto mojado», dice, aclarándose la garganta. «Antes de salir de la ducha ya tengo en uniforme puesto. No aguanto mi casa. Se me cae el techo encima y parece que las paredes me ahogan». Quizá por eso José presume, «humildemente», de conocer el Cádiz de las tascas, las peñas, las plazas, el puerto y la gente; el Cádiz del Carnaval, del flamenco y de la fiesta, pero también el Cádiz del paro, la apatía y la desesperanza, ese mal que va pasando, como un incómodo testigo, de generación a generación. En definitiva: el Cádiz de las aceras.

–¿Y si no le hubiera tocado nacer en Cádiz?

–Pero me tocó. Si no hubiera nacido en Cádiz hubiera querido nacer en Cádiz, pero en el de los Estados Unidos. Sí, sí, ejerzo de gaditano. Sin complejos. Porque me gusta. Me gusta la gente de Cádiz, y las calles de Cádiz. Y charlar, me gusta mucho charlar, porque es mi medicina, lo que me cura de todos los males. En mi casa no paro. No tengo Internet y casi que no entiendo el móvil. El único aparato que sé cómo funciona es el microondas.

–Sólo charlar, charlar y charlar.

–Claro, porque en el cara a cara es dónde se conoce a las personas, y así se aprende de la vida...

–¿Y de qué charla tanto, José?

–De las cosas del día a día, del Carnaval, de flamenco y de los toros. También de lo que pasa en Cádiz y en el mundo.

–‘Hecho en Santa María’.

–Sí señor, allí nací y allí me crié hasta los 12 años. De chico también era yo muy callejero, así que vivía el barrio como una escuela, porque lo que era el colegio lo pisé lo justo. Le cogí apego a los mayores, y me aficioné a meterme en los corrillos, me enganché a sus batallitas. Me tenían adoptado...

–Tampoco entonces paraba en su casa...

–Es que éramos ocho hermanos, y la cosa andaba bastante apretá. Cortita. Pa’ ir tirando na más. Lo primero que aprendí en mi barrio de Santa María eran los nombres de las vecinas... Me acuerdo de Mari Pepa, y de Cipriana, y de Flora... ¿Sabes por qué? Porque yo me asomaba a la ventana, respiraba hondo y ya distinguía lo que andaba guisando cada una. Y entonces elegía, así como en un menú libre, y casi nunca comía en mi casa... Les caía bien porque era flaco, y rubito, y simpático, y muy inquieto, y debía de hacerles algo de gracia... Un golfillo, vamos.

–Se le ve nostálgico. ¿Es de los militantes del cualquier tiempo pasado fue mejor?

–Hombre, ahora se vive bien, para qué negarlo. Pero lo que te quiero decir es que se ha perdido esa idea de colectivo... Antes, si te hacía falta algo, siempre estaba el compadre o la comadre de al lao... A no ser que estuviera peor que tú, claro... Ahora basta con cerrar el portón y que se hunda el mundo. Hay bloques enteros en los que uno no sabe ni quien vive encima... Un bochorno. –No sería todo tan bonito...

–Luego vino una época muy chunga, una década jodida, de drogas y de malos rollos, y me dejé algunos amigos en el camino...

–El flamenco.

–Tengo un hermano, Mariano, que canta muy bien. Lo he vivido de cerca, claro. Me acuerdo de la Peña La Perla, del bar La Parra, de Chano y de los bautizos en los patios, que eran sonaos...

–Los toros.

–Es un mundo muy bonito, con sus cosas chungas, pero que se te mete dentro. De Santa María viene la rama de los Ortega. El padre de Manolo Caracol era Manolo El del bulto, de allí también. José El Gallo, Fernando El Gallo, Gabriela Ortega, Los Espeleta...

–El Carnaval.

–Eso me vino por pura inercia. Mi padre salía en un coro y mis hermanos mayores eran chirigoteros y comparsistas. Salí por primera vez al Falla con Joaquín Quiñones en el 76. Pero se ha perdido mucho. Ahora el Carnaval está muy light. Antes era pura denuncia, pero ya casi que no se critica. Esos pasodobles de Fletilla, de Juan Poce... Los repertorios, hoy, serán muy graciosos, pero no molestan a nadie... Si el otro día había 8.000 personas en Sevilla escuchando un maratón de chirigotas, y Los Morancos van a sacar una... (carraspeos).

–¿Qué pasa con los sevillanos?

–Que pueden tener mucha gracia, pero no tienen ángel. El ángel es la gracia de Cádiz, su denominación de origen. Si vienen Los Morancos, ahí falta Juan Imedio y que escriba la letra El loco de la Colina, y a este paso la final del Falla se hará en Sevilla. La música la firmará Canal Sur.

–Pero no tiene nada de malo que ese ángel que usted dice se exporte y se imite, ¿no?

–No, pero es que hay gente que tiene mucho ángel, mucha gracia, pero a la que no puedes subir a un escenario o ponerle una cámara delante, porque pierden la naturalidad. Cuando uno disfruta de verdad de eso que tenemos aquí es cuando está compartiendo barra o tertulia con algún tío con ese don, y ya no hay más remedio que partirse de risa, porque sabes que está sembrao, y le sale solo, y a lo mejor ni lo busca, pero nació con eso, con ángel, con lo que sea....

–A pecho descubierto: habrá algo que no le guste de Cádiz...–A mí de Cádiz me gusta hasta el viento.