vuelta de hoja

La vidente

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Parece que el porvenir, que está en las rodillas de los dioses, de vez en cuando echa pie a tierra y se da un garbeo, más que nada por cambiar de postura. A pesar de haber conocido a muchos, quizá por eso descreo en los que adivinan el porvenir, en especial de los que auguran cosas placenteras. La ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, que es por añadidura vicepresidenta segunda del Gobierno, ha añadido a estas responsabilidades la de anticipar el futuro. «Notaremos la salida de la crisis en la primavera de 2010», ha dicho. No le ha faltado más que anunciar el día y la hora exacta. Posteriormente, para paliar el efecto excesivamente optimista, ha proclamado que la recuperación será lenta, sobre todo en la creación de empleo, que es fundamental para que podamos recuperarnos. Hay que levantar el ánimo, pero no hay que levantar castillos en el aire. Sobre todo en estos momentos en el que los ladrillos sólo se utilizan como materiales para los discursos políticos. Está muy bien que alguien nos ayude a mantener la esperanza, que no tiene qué ponerse, pero está mal que nos engañen. ¿En qué se basa doña Elena? El año 2010 únicamente va a tener una ventaja: nos va a hacer sentir nostalgia del 2009. La siembra no permite proclamar la primavera, pero siempre es de agradecer que haya alguien que prometa que podremos salir a los campos de la economía por romero y por amor.

Hay que sacudirse la tristeza. Hubo teólogos medievales, perdón por la redundancia, que la consideraron pecado. Creer que el mundo tenía ostensibles fallos y que los seres humanos adolecemos de graves defectos de fabricación no era compatible con la sapiencia infinita de su Creador, sólo comparable con la de algunos videntes.