Editorial

La lógica invisible

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L a rotunda victoria de la candidatura de Río de Janeiro en la pugna por organizar los Juegos Olímpicos de 2016 logrando la mayor diferencia de votos de la historia pese a sus significativas carencias en seguridad, infraestructuras y plazas hoteleras que el Comité Olímpico Internacional había señalado en el informe previo del 2 de septiembre, confirma que en los criterios de voto del COI lo más determinante no siempre es el proyecto organizativo. La trascendental influencia de factores no especificados en la convocatoria del concurso de ciudades aspirantes como la rotación de continentes, la influencia política del país anfitrión o el juego de promesas, de contenido indeterminado, a los compromisarios, cruzadas en el ultimo minuto se ha demostrado en la final Río-Madrid mas decisivo que la calidad del proyecto. Lo que el gobernador de Tokio eliminado en la segunda vuelta llamó «la lógica invisible» del COI actúa como una poderosa fuerza capaz de echar por tierra años de esfuerzo y sueños edificados a base de esperanzas con un incierto fundamento. Pero se trata de sueños que implican una derivación económica y social de enorme importancia en los que se invierte, como el caso de Madrid, una gran cantidad de recursos adelantando la construcción de estadios, movilizando un gran equipo organizador y detrayendo presupuesto de otras necesidades.

Si la ciudad de Londres alcanzó la nominación para los Juegos de 2012 sin gastar un penique, Madrid y Tokio habían invertido ingentes recursos en la carrera olímpica. El carácter cada vez más aleatorio de las decisiones de un Comité Olímpico cuya heterogénea composición facilita el trabajo de lobby y, sobre todo, diluye las responsabilidades individuales en el seno del grupo no parece la estructura más apropiada a una tarea que desborda con mucho el ámbito estrictamente deportivo. Muchos observadores han coincidido en afirmar que el triunfo de la candidatura de Rio estaba decidido independientemente de la calidad de su proyecto olímpico lo que suscita la sospecha de que un grupo de presión dentro del COI cuenta con resortes suficientes para dcondicional los votos del centenar de miembros que lo integran. El desenlace de la designación para 2016 debiera servir de lección a los futuros candidatos para administrar sus fuerzas y recursos antes de someterse al arbitrio de un jurado cuyo funcionamiento requiere una revisión.