Pablo ha cautivado a la crítica con su interpretación en 'Yo también'. /S. SALAS
PABLO PINEDA ACTOR

«En este mundo hay que saber sufrir»

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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Pablo está bajo los focos con una sonrisa que no le cabe en el rostro. Recién ganada una nueva batalla a sus límites. Rodeado de glamour, admiración y gente que le quiere. «En ese momento me acuerdo de quienes me han apoyado, como es lógico, pero también pienso que soy un privilegiado por haber conseguido cosas que no están al alcance de cualquiera, haya sufrido un accidente cromosómico o no».

Concha de Plata al Mejor Actor en el Festival de San Sebastián por su trabajo en Yo, también, de los directores Álvaro Pastor y Antonio Naharro, el premio no ha sido fruto de la casualidad o de la cuota reservada a la corrección política, al reconocimiento de quien es diferente. Pablo ya apuntaba maneras desde niño. Un chico trisómico-21. Con síndrome de Down. El futuro se dibujaba como una cordillera llena de dientes de sierra, con montañas cada vez más altas, y los pertrechos con los que contaba antes de emprender la marcha no eran mejores que los de los demás. O tal vez sí: unos padres que, tras el disgusto inicial, reaccionaron enseguida y apostaron por él. Maruja y Roque decidieron dar una pátina de normalidad a la vida de su hijo y ofrecerle las mismas oportunidades que a sus tres hermanos mayores. Su padre le enseñó a leer antes de que empezara en el colegio. Acabó EGB sin excesivos problemas, así que Miguel López Melero, experto en Didáctica y Educación Especial de la Universidad de Málaga, aconsejó a la familia seguir adelante. Pablo pudo con el Bachillerato. Incluso sus notas fueron buenas, mejorando la media de la clase en asignaturas como Historia y Latín. En 1991, en la recta final de tercero de BUP, sus profesores lo vieron claro: podía estudiar una carrera universitaria. Podía escalar el Everest.

Después del festival donostiarra y antes del estreno de la película el 16 de octubre, a Pablo, 35 años, le toca lidiar con unos medios de comunicación que le atacan por tierra, mar y aire. No tiene problemas. Le sobran tablas. «Crecí sin la sobreprotección que habitualmente rodea a las personas con síndrome de Down. Eso me ayudó a comprender que en este mundo hay que saber sufrir; es absurdo ocultar la evidencia. Se lo digo constantemente a quienes tienen hijos en mi misma situación: 'No los metáis en una urna, estimuladlos'. Que prueben lo dulce y lo amargo de la vida como las demás personas».

Voluntad y esfuerzo

Maruja, la madre, no se cuelga medallas. «Mi marido y yo le apoyamos, pero el gran mérito es de Pablo. No habría llegado tan lejos sin su voluntad y esfuerzo». Y Pablo recuerda siempre a su mentor: «Don Miguel luchó a brazo partido para que estudiara Magisterio. No fue mi primera opción, pues a mí lo que me gustaba era el Derecho y el Periodismo; sin embargo, él pensó con acierto que podría ayudar a otros como yo». Después de concluir esa carrera llegaría otra vuelta de tuerca: Psicopedagogía. «Me quedan cuatro asignaturas». Durante unos años compaginó sus estudios con un empleo en el Área de Bienestar Social del Ayuntamiento de Málaga. Entre las clases y el trabajo se metía jornadas maratonianas de doce horas. «Disfrutaba organizando plenos infantiles; los chavales se reunían con el alcalde para hacerle preguntas y ponerle en aprietos».

Y en esa rutina estaba cuando Álvaro Pastor y Antonio Naharro llamaron a su puerta con una propuesta. Los realizadores habían visto un documental en televisión, La tesis de Pablo, que recogía su historia de superación. Resultó inspirador.

Cuando se le menciona a Lola Dueñas se le ilumina la cara. «Para empezar es un pedazo de actriz. Qué bien se mete en el personaje, la jodía. Pero además es sensible, simpática. Existe una gran química entre los dos. Mi premio no hubiera tenido sentido sin el suyo. Cuando me lo entregaron se lo dediqué, y al bajar del escenario me estaba esperando de rodillas, pidiéndome perdón, porque se había puesto tan nerviosa que había olvidado hacer lo propio conmigo. Es mi amiga, qué más puedo decir».