Del trabajo en las salinas, ayer en el Parque de Los Toruños. / ROMÁN RÍOS
Sociedad

Una pizca de cultura

El parque Los Toruños acoge hasta el domingo la II Feria Internacional de la Sal Artesanal

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Sal gorda, fina, picante, de tabla... o la joya de la corona: flor de sal. La cultura salinera y gastronómica se dan cita en la II Feria Internacional de la Sal, que organizada por el Parque Metropolitano Marisma de los Toruños, será visitada hasta el domingo por unas 10.000 personas.

Talleres, degustaciones, muestras y jornadas técnicas en torno a este producto global homenajeado en Valdelagrana. El mercadillo, donde se exhiben los productos de salinas portuguesas, canarias, gaditanas, además de un buen surtido de alimentos naturales, es uno de los puntos más concurridos del recinto. María Antonia acaba de llegar, y ya se ha hecho con una bolsa de escamas de sal. «Yo soy muy tradicional en la cocina, no me gusta innovar demasiado, así que ya he hecho mi compra». Del resto de la muestra destaca los paneles informativos, que son «muy claros y muy didácticos». Norberto, otro visitante, se muestra sorprendido: «no sabía que existieran tantos tipos de sal diferentes. También me ha llamado mucho la atención la historia de las salinas, ver las fotos antiguas y conocer como trabajaban los salineros».

Ayer también visitaban la feria los integrantes de la Unión de Parálisis Cerebral Trebujena- Jerez y ayudan a Joaquín -con 55 años de trabajo en la salina de la Esperanza, en Puerto Real, a sus espaldas- en el simulacro de la extracción de la sal. Uno de los más habladores es Manuel. «A todos nos gusta, porque todo lo que vemos es nuevo para nosotros, y mientras más aprendamos, mejor».

También los niños del colegio Santo Domingo disfrutan en el taller de elaboración de figuras con pasta de sal. Abraham, de 11 años, ha hecho un corazón que usará como pisapapeles y quiere repetir experiencia. «Porque nos lo estamos pasando muy bien».

No obstante en la actualidad aún existen salinas donde no entran las máquinas, como en Fuencaliente, en la isla de La Palma, donde toda la sal se produce de forma artesanal y sin procedimientos químicos. Andrés explica que la condición de reserva mundial de la biosfera que goza esta zona, con muy poco desarrollo turístico, influye en la calidad del producto. «El mar es muy limpio y la sal contiene un uno por ciento de magnesio, algo muy beneficioso para la salud», dice.

Marruecos, con iodo

Desde el stand marroquí de Fath Al Amal, Jalil defiende la sal de su país destacando su cantidad de yodo, «y esto es muy bueno para la comida». Sobre el mostrador, sal fina, de tabla y gorda, que se emplean en los guisos, pero también para el baño, que los marroquíes practican en los hammam públicos como un rito.

El director del parque, Juan Martín, defiende que el objetivo de la feria es «conseguir que la actividad salinera pase a depender del Ministerio de Industria al de Agricultura, por su valor gastronómico». Un cambio que a juicio de Martín, conllevaría la dinamización del sector y la recuperación de la actividad salinera tradicional, con repercusión directa en el binomio economía- medio ambiente.